lunes, 12 de mayo de 2014

Imágenes parlantes del románico en Guadalajara

Herrera Casado, Antonio: “Iconografía románicaen Guadalajara”. Aache Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 89. Guadalajara, 2014. 160 páginas, ilustraciones.

Si la provincia de Guadalajara se destaca por la cantidad y calidad de sus edificios y muestras de estilo románico, el sentido de muchas de las decoraciones que dan vida y volumen a estos edificios hace que el interés del viajero se acreciente. Ya existen diversos estudios, en forma de libros, que tocan este tema, desde el clásico inicial de Layna Serrano (“La arquitectura románica de la provincia de Guadalajara”, 1ª edición de 1935 y Aache , 2001) hasta los más recientes de Herrera Casado y Nieto Taberné, pero ninguno hasta ahora se había detenido, de forma monográfica, en el estudio de las manifestaciones iconográficas de sus monumentos, en el análisis pormenorizado de portadas, capiteles, galerías y pinturas que adornan esos edificios de estilo románico, en los que parece que hasta ahora solo tenían interés sus formas arquitectónicas.
En esta obra, como bien indica el escueto título, el experto en arte medieval, Antonio Herrera Casado, se enfrenta al análisis iconográfico de una docena larga de elementos del románico alcarreño. La mayoría de ellos, ya los había publicado en otros medios escritos, fundamentalmente revistas especializadas de arte (Traza y Baza, Arte Español, Wad-al-Hayara), y en publicaciones periódicas de escueta vida, por lo que ha querido reunir todos esos estudios previos, realizados a lo largo de los últimos 40 años, en una publicación que los agrupe y conceda una visión homogénea aún siendo variados sus motivos. En el análisis de estos elementos, que más adelante se enuncian, Herrera Casado se vale del método iconográfico/iconológico de Erwin Panofski consistente en analizar las obras de arte en tres etapas sucesivas, como son la inicial formal, describiendo estructura y forma, seguida del significado iconográfico, en el que se descubren y analizan las representaciones, figuras y escenas que lo componen, para acabar dando la definitiva definición iconológica del edificio o elemento artístico, encuadrándolo en su sentido último, como elemento de comunicación, de formación y de aviso: el arte, en definitiva, concebido como información hacia quien lo admira.
En este libro de Herrera, se muestran algunas portadas y galerías importantes del estilo románico alcarreño. El primer análisis se centra en el mensario románico de la iglesia de Beleña de Sorbe, y en él se nos va dando la descripción de sus figuras y la valoración de su posición, orden y expresión, poniendo este conjunto escultórico en situación de ser comprendido en su aspecto formal, iconográfico y simbólico. Ni que decir tiene que tanto este primer capítulo, como todos los que le siguen, está profusamente ilustrado con fotografías, dibujos, esquemas y aportaciones gráficas que nos le dan “masticado” así como el complemento de unas referencias bibliográficas que consolidan su apoyo científico.
El segundo capítulo está dedicado al estudio de la portada románica de Santiago, en la fachada occidental de la iglesia parroquial de Cifuentes, en la que se descubre una impresionante Psicomaquia, o lucha de las fuerzas del Bien y el Mal, en un contexto de miedos y esperanzas matizados por el peregrinaje a Santiago, el señorío temporal y espiritual de figuras históricas, y mil detalles del bestiario occidental, cuajado en formas de animales, personas, plantas y situaciones. Le sigue el análisis de la portada meridional de la iglesia de Santa María del Rey, de Atienza,  con el estudio teológico de su disposición abigarrada en la que intervienen un centenar de figuras demoniacas y angélicas. En esa misma villa, eje del arte y la historia del Medievo, en Atienza, aparecen otros dos monumentos que Herrera Casado analiza con esta visión iconográfica, como son la iglesia de Santa María del Val, especialmente en su portada cuajada de saltimbanquis, y el templo de San Gil, con unas interesantes y elocuentes figuras talladas en el interior de su ábside.
El libro, que es ágil porque sus capítulos, 15 en total, son breves y el texto y los gráficos van siempre “al grano”, nos muestra otros elementos del románico de Guadalajara, entre los que destacan las ventanas del ábside de Santa Coloma en Albendiego, de las que se expresa su sentido mistérico, mezcla de sufismo y templarismo, o el mensario de Campisábalos, con una nueva secuencia de meses que se mezclan con escenas populares y caballerescas, a las que siguen los análisis de las figuras que pueblan las galerías románicas de Sauca y Pinilla de Jadraque, alcanzando finalmente, a través de elementos mínimos y puntuales, todos los elementos expresivos de la simbología cristiana románica, y que vemos en temas tan concretos como la trompa de la catedral de Sigüenza, la pila bautismal de Esplegares, los capiteles del arco toral de Santa Catalina de Hinojosa, la portada de Labros, los accesos al templo de Cereceda, o la viga de Valdeavellano en la que sorprenden sus pinturas románicas capitalizadas por un enorme monstruo apocalíptico.

El libro de Antonio Herrera viene a complementar la trayectoria de este autor en el campo del estudio e interpretación del arte románico, alcanzando en sus páginas (y gracias especialmente a la claridad de conceptos y a la elegante y sobria exposición de problemas y soluciones) una bien fraguada veteranía, tanto de conceptos como de maneras expositivas. Se lee de un tirón, ilustra y nos da iluminados una serie de elementos artísticos que nos van a servir para entender mejor la expresión artística de esta tierra y de sus gentes,  a lo largo de los siglos del Medievo en los que se fraguan tantas cosas y conceptos que aún nos atañen. Un libro, esta “Iconografía románica en Guadalajara” que como todo lo de su autor pasa a convertirse en un clásico apenas escrito y publicado.

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