jueves, 3 de julio de 2014

Valderradela, otro castillo recuperado

Herranz Barquinero, Ricardo: “El castillo de Valderradela, en Chinchón”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2014. Colección “Tierra de Madrid” nº 6. 148 páginas, grabados en color, planos. ISBN 978-84-15537-53-3. 12 €.

De excepcional puede calificarse este libro, porque lo constituye un estudio muy difícil de realizar: se trata del análisis completo (historia, arte, costumbrismo) en torno a un castillo medieval del que no queda otro rastro que el lugar físico, el enclave geográfico, en el que asentó. El autor ha sabido identificar el lugar, rastrear los testigos topográficos en los que asentó, las estructuras de que se componía y su orientación, los caminos que a él llegaban y de antiguas crónicas y documentos obtener ideas sobre la forma, los usos, los habitantes, las fechas… en una tarea arqueológica que merece un aplauso.
El arqueólogo Herranz Barquinero, que ya tiene otro libro similar en torno a la fortaleza de Malsobaco en Paracuellos, está empeñado en una tarea difícil y plausible: el rescate d ela memoria de las viejas fortalezas de origen musulmán y uso prolongado por los cristianos, en los ríos que conforman la orilla derecha del Tajo, aquellos que proceden de la Sierra Central y sirvieron, a través de sus valles, de paso entre ambas mesetas. De una época en que nada era seguro, y menos los caminos, proceden estas pequeñas fortalezas de las que en este libro da cuenta, además de hacer el estudio concienzudo de la pequeña alcazaba de Valderradela, en el actual término de Chinchón, y que servía para custodiar el valle del río Tajuña, un poco más arriba de otro enclave que hoy se mantiene bastante completo, el castillo de Casasola, en el mismo término.
Las conclusiones a las que llega Herranz son muy contundentes: se trata de una fortaleza con gran torre del homenaje y espacio interno fortificado, extendido sobre un cerro dominante. Construido sobre antiguo castro, fueron los árabes quienes le dieron cuerpo y se mantuvo luego hasta siglos medievales activo y en uso.
En resumen, y en palabras del autor, El castillo de Valderradela cumplió con su cometido en los siglos X y XI como fortaleza vigilante de la ciudad de Toledo, siempre en manos musulmanas, problema constante para el califato por los continuos levantamientos de la población cristiana, que no aceptaba de buen grado el dominio islámico. Llegado el periodo de los reinos de taifas y el consiguiente reino de Toledo, el papel de Valderradela se incrementó con la responsabilidad de vigía de la Marca Media.
Tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085, Valderradela siguió teniendo uso militar por lo inconsistente de la frontera y es casi seguro que pasaría nuevamente a manos musulmanas por un breve periodo de tiempo, una vez quedó consolidada la línea del Tajo. Es muy probable que su custodia terminase en manos de la orden de  Santiago, ya que las cercanas fortalezas de Casasola, Oreja y Alboer tuvieron este destino.
En tiempos de Alfonso VIII, tras las navas de Tolosa, comenzaría la decadencia total de la fortaleza, una vez perdido su valor militar, suponiendo además que su estado ya sería semirruinoso. A tener en cuenta también la orden dictada por el Cardenal Cisneros que afectaba a la demolición de algunos castillos de la zona, como el de Alboer y que pudo afectar también al de Valderradela, aunque en los siglos XV y principios del XVI el estado de conservación de Valderradela debía de ser de ruina completa.

Otro de los aspectos interesantes de este libro es el del uso de la sal y los elementos del entorno para fabricar jabón, explicando los métodos por los que esto se hizo durante mucho tiempo. En Chinchón y su término la fabricación de jabón fue posible gracias al uso de la cal, y la barrilla abundantes en el término. El autor describe incluso un horno de cal en el entorno inmediato de Valderradela. De resultas de sus prospecciones han aparecido cerámicas, que fecha, y otros elementos arqueológicos que confirman las propuestas que hace respecto a fechas y usos.

Un libro, pues, que rescata un elemento del patrimonio desaparecido de la Comunidad de Madrid, y que complementa su anterior estudio sobre el castillo de Malsobaco en Paracuellos. Esperamos (sabemos que está en ello) que Herranz Barquinero continúe sus estudios en torno a estos aspectos del patrimonio más olvidado, pero siempre esclarecedor de lo existente, y siga haciendo estas catas en el pasado, a través de edificios arrumbados pero que en su día tuvieron luz, y vida.

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