lunes, 8 de agosto de 2016

La Ruta de los puentes de Guadalajara

Juan José Bermejo Millano: “Guía de los puentes de Guadalajara”. Aache Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 68. Guadalajara, 2008. 128 páginas. PVP: 18 €.

Este libro ofrece, en sus 128 páginas y cómodo formato de guía, la descripción de todos los grandes y pequeños puentes de la provincia. Una breve descripción e historia de cada uno de ellos, se acompaña de fotografías en color y planos. Se divide el libro en varias rutas, que están basadas en las cuencas de los ríos provinciales, como es lógico. Así encontramos las rutas del Jarama, el Henares, el Tajuña y el Tajo, más cada uno de sus principales afluentes. Acabando con la ruta de los ríos molineses, los que dan al Ebro, como son el Mesa y el Piedra.


Tajo abajo

Nace el río Tajo, el más largo de los de España, entre la muela de San Juan (1.830 metros) y el cerro de San Felipe (1.839 metros), en los Montes Universales, en la provincia de Teruel. El lugar exacto del nacimiento, que está señalado por un monumento sencillo pero interesante, es la Fuente García, a unos 1.600 metros de altitud, y en pocos kilómetros y por fuertes pendientes baja a los 1.140 metros.
A su paso por los pueblos de la provincia, sobre el Tajo vemos los puentes del Martinete, cercano a Peralejos de las Truchas, y de Poveda, en el término de este pueblo. Son puentes modernos, que han sustituido recientemente, con estructuras la mar de modernas, a los antiguos pasos que siempre andaban renqueantes y viniéndose abajo con las riadas. Lo usaron, en las guerras, todos los ejércitos, y en las paces, los aldeanos de aquellas tierras altas e inhóspitas. Otro de los primeros puentes, y este se visita más porque en el verano son miles de turistas los que le atraviesan, es el de San Pedro, en término de Zaorejas, donde el Tajo recibe por su derecha las aguas del río Gallo que viene desde la altura y profundidad del Señorío de Molina.

El puente de la Tagüenza

El viajero tiene que descubrir, a base de andar caminos (porque ninguna carretera accede a él con coche) el “puente de Tagüenza”, uno de los más espectaculares de la provincia. Hay que bajar a pie, bien desde Huertahernando, lo cual es relativamente fácil y cómodo, aunque más largo, bien desde Huertapelayo, más corto pero más difícil. Siempre fue muy utilizado porque ponía en comunicación a las gentes del Señorío de Molina con las de la serranía del Ducado. Le vemos firme y airoso, asentado sobre unas altas y verticales rocas, teniendo por cimientos a la misma piedra, que el agua en el transcurso de los siglos ha ido afilando para poder salir y seguir su curso. Aunque puesto puente en ese lugar hace muchos siglos, era al principio de madera, y luego de piedra, hasta que fue volado en la Guerra Civil de 1936-39. Fue José del Acebo su ingeniero constructor, a mediados del siglo XIX, y luego la Diputación presidida a la sazón por Manuel Rivas Guadilla no dudó en reconstruirlo tras la guerra, tal como hoy lo vemos. Los viajeros que hasta él lleguen dirán con razón que no han perdido el día.
Mucho más abajo, los buscadores de puentes se encontrarán, también gracias a cómoda carretera, con el puente de Valtablado del Río, que también fue, en tiempos viejos, de madera, de tablas, como el propio nombre del pueblo indica. Ya en época de Madoz se cita el puente, que dice era muy antiguo y fue quemado por los franceses en 1811. Después se hizo más consistente, pero las avenidas frecuentes lo derribaban, por lo que en 1924 se reconstruyó pero siguió deteriorándose hasta que en 1955 con el proyecto de Ramón Fontecha Sánchez se inauguró dando por fin con la fortaleza que el espacio requería. Asombrosamente corpulento, el puente de Valtablado es de los que dan categoría a un río, aunque en este caso sea en lugar tan remoto y poco frecuentado. De rasante horizontal, consta de dos arcos centrales de medio punto, de 20 metros de anchura cada uno, flanqueados a cada lado por otros dos arcos de 6 metros de luz.
La arqueología nos habla de un puente, esta vez construido por los romanos, en término de Carrascosa de Tajo. Aunque lejos de cualquier vía de comunicación, y hoy solo accesible a pie por caminos que parten de ese pueblo, el viajero podría observar que quedan muy importantes restos de este puente que servía de paso a una vía romana que desde Valeria y Segóbriga iba hacia Segontia. Al calor del puente, en la orilla derecha, se levantó el pueblo de Murel, que fue donde primeramente pusieron los monjes del Císter su monasterio, fundado con el apoyo del rey Alfonso VIII de Castilla. De lo que queda de puente, que está visitable por un camino que llega desde el propio pueblo de Carrascosa de Tajo, puede hoy admirarse el gran estribo de la orilla sur, verdaderamente “obra de romanos” con sillares de “opus quadratum” conformando un amplio recinto relleno de “opus caementicium”. En ese estribo se adivina que la rasante del puente era recta, y que por lo que se ve y colige tuvo seis arcos, apoyados sobre cinco pilas, una de las cuales, entera pero derrumbada y volcada sobre las aguas, aún hoy se ve, y otra en la parte norte, cercana al pueblo, que fue utilizada para canalizar un molino y hacer un mini-central eléctrica en tiempos antiguos. En todo caso, un caso curioso y verdaderamente notable de puente romano en esta tierra.
En la salida del Parque Natural, y en medio de un vegetación verde todavía, glamorosa de riscos, bosques y cascadas, está Trillo, con su gran puente, de un solo arco, hoy rodeado de parques y atractivos sitios de turismo. Merece la pena detenerse en la orillas, aguas abajo, y admirarle grandioso, renacido tras la voladura que de él hizo el Empecinado, hace ahora más o menos doscientos años.

Pareja y sus puentes

Tuvo Pareja una serie de puentes, para el cruce estratégico del hondo Tajo en su término. La construcción del embalse de Entrepeñas y su inicial ímpetu avasallador de aguas acabó con ellos, aunque dejando la memoria de tanta agua en la construcción del único paso que hoy queda, para la carretera que sube de Sacedón a Cifuentes, y que fue levantado por la Confederación hidrográfica del Tajo, en los años sesenta del siglo XX: es el gran viaducto que puso en comunicación ambas orillas del embalse  de Entrepeñas. Este elegante y vistoso elemento se sigue utilizando hoy y es un punto de referencia para viajeros y fotógrafos, puesto que da unas imágenes de gran belleza sobre las aguas del Tajo embalsado, sorprendiendo la docena de arcos, altos y elegantes, que le forman. Muchos pasan sobre él en coche, y ni se dan cuenta: hay que pararse en uno de sus extremos, subir algún cerro, tomar perspectiva, y admirar esta obra grandiosa.

Auñón medieval

El viajero que baje el río admirando los grandes y viejos puentes que cruzan el Tajo, quedará maravillado ante la obra de ingeniería que supone el medieval puente de Auñón. Lo encontramos aguas debajo de la presa de Entrepeñas, y se llega a él bajando por la arriesgada carretera que parte junto a la roca en la presa, o subiendo desde el cruce de la carretera de Cuenca y Sayatón. Tras andar un camino de asfalto ya suelto, le encontramos desplegado tras una amplia campa: tiene una longitud de 88 metros y ofrece un ojo principal de 11 metros. Algunos le dicen “el puente romano”, pero realmente es construcción medieval, sabiendo que ya estaba construido en 1361. Al estar en las cercanías de la vía que unía Sigüenza con la comarca de Cuenca, se convirtió en un paso muy utilizado durante la baja Edad Media, contribuyendo a que Zorita, perdiendo el tráfico de mercancías por su puente, continuase su declive.
El siguiente punto de admiración es Bolarque, lugar clásico de cruce del río, entre altas rocas. De los antiguos puentes y barreras ya casi nada queda, pero sí del puente “mixto” formado por dos arcos de medio punto, de sillería, y otro tramo central recto y de construcción metálica, compuesto de dos vigas en celosía, disponiendo de andenes laterales en voladizo para los peatones. Se levantó a comienzos del siglo XX, en época de Alfonso XIII, para servir de complemento a la central eléctrica que allí se creó. Hoy es testigo del inicio del Trasvase Tajo-Segura, y en todo caso, un paisaje espléndido que merece visitarse con detalle.

Zorita al fin


Y por no alargar demasiado estas letras, mencionar finalmente el puente ¿o será la puente? De Zorita de los Canes, lugar defendido por fortísimo castillo calatravo que debió su riqueza e importancia a ese puente, en el que se pagaba el pontazgo del reino de Toledo. Se lo llevó el agua en varias ocasiones, y al final el gobierno de Felipe II se comprometió a hacer uno nuevo, recio, grandioso… no pasó de las intenciones. Hoy vemos, y hay que bajar a la orilla misma para admirarlo, un machón inicial que serviría para dar firmeza a ese puente que no llegó a hacerse. Si será grande el machón (se ve en la fotografía adjunta) que hace unos años se construyó encima un restaurante en el que caben…. cientos de personas, más la barra, y la cocina…un ejemplo más de la polivalencia de los puentes, y un atractivo añadido a quien quiera hacerse esta ruta por los puentes de Guadalajara.

AHC

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