jueves, 26 de marzo de 2020

Monasterios medievales de Guadalajara

Herrera Casado, Antonio: Monasterios medievales de Guadalajara. Aache Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 9. Guadalajara, 2019. 200 páginas. Muchas ilustraciones. ISBN 978-84-87743-83-8. PVP.: 12 €.

Hubo una época en que todos los caminos llevaban a un monasterio. Eran lugares con luz, con sonido propio, con fuerza de milagros y capacidad de esperanza. Los habitaban hombres ­–o mujeres– sabios y bondadosos. Era una “Edad Idílica” que pasó hace mucho tiempo.
La fuerza de una repoblación, del avance de unos pueblos sobre otros, de la recuperación de un territorio perdido, es algo que palpita en la Península Ibérica a lo largo de los siglos de la Edad Media. Son largos, variados siglos. En los que hay batallas (pocas) ideas (muy someras) y actitudes humanas de entrega, de valentía, de dinamismo: el territorio al sur de la sierra Central, donde hoy asienta Guadalajara provincia entre los altos de Ocejón y el Lobo, y el ancho valle del Tajo, es lugar donde en los siglos medios se levantan buen número de monasterios.
Antes de que se descubriera América, ya una veintena larga de monasterios se habían fundado y levantado. Este libro trata de esa historia, de esos inicios, de esas fundaciones y de los edificios en que cuajaron.

El libro de Herrera Casado sobre los “Monasterios Medievales” es una más de sus obras dedicadas con rigor y pasión al conocimiento y recuperación del patrimonio histórico-artístico de Guadalajara. Con una estructura sencilla y práctica, nos muestra de inicio la evolución histórica del territorio, y como se teje la repoblación en torno a grandes dádivas reales a los instituto religiosos que van surgiendo por toda Europa, y en que en Guadalajara hacen de barrera, de contención, frente a la población islámica que en Al-Andalus mantiene viva la avanzadilla de la cultura mahometana.

Por eso son reyes como Alfonso VI, Alfonso VII, Fernando I, Fernando III, Alfonso VIII, y todavía Sancho, Enrique, incluso la reina Isabel, quienes aceptan patrocinar fundaciones religiosas en lugares específicos, fronterizos, guardadores de caminos y propulsores de economía y cultura. En este libro se relacionan los monasterios medievales por órdenes, y así vemos lo que aparece de la mano de los Templarios,  de los Canónigos de San Agustín, de los benedictinos y de los cistercienses. Tambin de las órdenes mendicantes, como franciscanos, clarisas y dominicos, y finalmente el surgimiento de los jerónimos, orden plenamente hispánica, en torno a la ciudad de Guadalajara.

De esas órdenes, unas más numerosas y densas que otras, surgieron edificios y centros espirituales, de los que con el paso de los siglos han quedado poco menos que ruinas. Pero todas ellas bien documentadas, llenas de historias y anécdotas, reflejadas en la silueta poderosa y un tanto triste de sus ruinas. Y así vemos ejemplos tan sonoros y espectaculares como los eremitorios del Santo Alto Rey y Albendiego, las abadías de Bonaval, Monsalud, Ovila y Sopetrán, los cenobios de Valfermoso y Pinilla, los conventos franciscanos de Guadalajara, la Salceda, Molina, o los dominicos de Cifuentes, acabando con esos monumentos al saber y la inteligencia que son los monasterios jerónimos de Lupiana, Santa Ana en Tendilla o San Blas de Villaviciosa.

De todo ello nos aporta Herrera Casado historia y descripciones, forma sde visitar, y paéndices monográficos acerca de muchas curiosidades como milagros, romerías, bibliotecas, santos, descubrimientos, todo ello muy bien documentado e ilustrado. Un gran libro que es, ya, clave en el repertorio del patrimonio histórico-artístico guadalajarreño.

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