Domingo Andrés, Gabino: “Membrillera, peripecias de otro siglo”.
Aache Ediciones. Colección “Letras Mayúsculas” nº 10. 176 páginas, con
fotografías antiguas. ISBN 84-96236-17-X.
10 Euros
El libro Membrillera,peripecias de otro siglo, ya en su segunda edición, ha supuesto
para muchos la sorpresa de descubrir a un autor nacido en la más absoluta
sencillez, de origen rural, que ha sabido captar a la perfección la secuencia y
el pálpito de la vida de un pueblo alcarreño, narrando con limpieza, con
seguridad y gracia las anécdotas surgidas en Membrillera a lo largo del siglo
XX. Esas anécdotas, relatos breves, descripciones y memorias componen un
retablo de vida rural palpitante y grandiosa. Todo un mundo ya perdido, pero
vivo en el corazón de muchos. Y, en todo caso, un ejemplo preciso de cómo se
vivía, como se pensaba y cómo se soñaba en los pueblos de nuestra provincia.
Este libro es segunda edición.
El autor ha sido durante
años alma de la villa de Membrillera, en el sentido de que ha sido creador de
la Asociación de Amigos, de un periódico, de una Casa-Museo de la vida rural,
de fiestas y muchas otras adquisiciones que han revitalizado el pueblo.
Dedicado en Madrid a regentar el único establecimiento que queda de freiduría
de gallinejas, su forma de ver la vida, su dinamismo, su ingenio y su buen
talante literario, le hacen acreedor a un hueco, importante, en el mundo social
y literario de Guadalajara. Este libro hermoso y asombroso, es la mejor prueba.
Este libro es una
recopilación de las mejores anécdotas ocurridas en ese lugar, en todo el siglo
veinte. Son más de cien esas anécdotas, breves todas, simpáticas y
sorprendentes todas. El autor las vivió, algunas, o se las contaron. Y fue
anotando con paciencia, dándoles forma con el tiempo, afilando sus empieces,
sus nudos, sus desenlaces. Dejándolos dorados, brillantes, nítidos en suma.
Este libro asombra por lo
bien escrito que está (mérito, por otra parte, que deberían tener todos los
libros que salen al mundo, pero que, por desgracia, no consiguen alcanzar ni la
mitad de ellos, ni una cuarta parte de ellos).
Tiene pulcritud de
escritura, esa sencillez y elegancia que tiene tanto de Azorín, algo de Sánchez
Ferlosio, y unas migas de la ruralía sabia y honda de Andrés Berlanga. Pero
aquellos fueron todos al Instituto, y ya se sabe: algo se les pegó de lo que
aprendieron en las clases de literatura.
El autor y Camilo José Cela
Han sido publicadas hace
poco las relaciones de Gabino Domingo con Camilo José Cela. Un buen día le
llamaron por teléfono, se puso, y el que llamaba le dijo que era Camilo José
Cela, y que le quería preguntar unas cosas sobre su oficio de ventero y freidor
de gallinejas. ¡Yo pensé –dice Gabino- que era un bromista que me quería tomar
el pelo. Pero bueno.... le seguí la corriente. Y por no quedar mal, por esperar
a ver qué pasa, atento, etc.... (muy alcarreño todo). Cela le preguntó hasta el
más mínimo detalle todo lo relativo a su oficio, la de freidor de gallinejas. Y
Gabino le contó lo que sabía. Luego Camilo volvió a llamarle, le pidió
más información, le dio las gracias, le animó a que recuperaran en Membrillera
la fiesta de la Carrera del Cabro, y quedó muy amigo suyo. Tanto, que,
impresionado, el escritor de Padrón le dedicó estas frases en un artículo que
publicó en ABC el domingo 21 de diciembre de 1997: “Gabino es hombre de buen
hacer y acontecer, sabe de gallinejas y de freir gallinejas más que nadie, ama
su oficio, discurre con fundamento y habla un español sonoro, preciso y
señalador”. Caray, con esa frase, y en el mundo de las letras, uno puede hacer
ya lo que quiera.
Parece como si aquellas
charlas con Cela, que no fueron más de dos o tres, le hubieran imbuído a Gabino
Domingo las capacidades de la locuacidad y la escribanía. O sea, como si una
paloma mensajera en oficio de “espíritu de las letras” se le hubiera colado por
el cable del teléfono.... porque a partir de entonces se puso a poner en papel
lo que sabía de su pueblo: las anécdotas de cazadores, de guardias civiles, de
curas y señoritos. Las bromas de los chavales a los arrieros. Los trabajos de
segadores y alguaciles. Las ansias de señoritas y molineros. Las secuencias de
fiestas, toros, cabros, rosquillas y pollinos. En fin: un mundo. Un mundo que
ha quedado modelado, tallado en mármol, puesto a secar y presto a la admiración.
El mundo de Membrillera a lo largo de un siglo, del veinte, de ese siglo en el
que, allí, como en tantos otros pueblos de la Alcarria y de Castilla, se pasó
sin medias tintas de la Edad Media al mundo digital, de las alpargatas a las
Nike y de las chaquetas de pana a los chandals grises con tiritas azules. El ha
sido un testigo serio y digno, un testigo que lo ha puesto en este libro
magnífico, recio, digno de aplauso: Membrillera, peripecias de otro siglo.
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