domingo, 24 de noviembre de 2013

Membrillera, un mundo aparte

Domingo Andrés, Gabino: “Membrillera, peripecias de otro siglo”. Aache Ediciones. Colección “Letras Mayúsculas” nº 10. 176 páginas, con fotografías antiguas. ISBN 84-96236-17-X. 10 Euros

El libro Membrillera,peripecias de otro siglo, ya en su segunda edición, ha supuesto para muchos la sorpresa de descubrir a un autor nacido en la más absoluta sencillez, de origen rural, que ha sabido captar a la perfección la secuencia y el pálpito de la vida de un pueblo alcarreño, narrando con limpieza, con seguridad y gracia las anécdotas surgidas en Membrillera a lo largo del siglo XX. Esas anécdotas, relatos breves, descripciones y memorias componen un retablo de vida rural palpitante y grandiosa. Todo un mundo ya perdido, pero vivo en el corazón de muchos. Y, en todo caso, un ejemplo preciso de cómo se vivía, como se pensaba y cómo se soñaba en los pueblos de nuestra provincia. Este libro es segunda edición.
El autor ha sido durante años alma de la villa de Membrillera, en el sentido de que ha sido creador de la Asociación de Amigos, de un periódico, de una Casa-Museo de la vida rural, de fiestas y muchas otras adquisiciones que han revitalizado el pueblo. Dedicado en Madrid a regentar el único establecimiento que queda de freiduría de gallinejas, su forma de ver la vida, su dinamismo, su ingenio y su buen talante literario, le hacen acreedor a un hueco, importante, en el mundo social y literario de Guadalajara. Este libro hermoso y asombroso, es la mejor prueba.
Este libro es una recopilación de las mejores anécdotas ocurridas en ese lugar, en todo el siglo veinte. Son más de cien esas anécdotas, breves todas, simpáticas y sorprendentes todas. El autor las vivió, algunas, o se las contaron. Y fue anotando con paciencia, dándoles forma con el tiempo, afilando sus empieces, sus nudos, sus desenlaces. Dejándolos dorados, brillantes, nítidos en suma.
Este libro asombra por lo bien escrito que está (mérito, por otra parte, que deberían tener todos los libros que salen al mundo, pero que, por desgracia, no consiguen alcanzar ni la mitad de ellos, ni una cuarta parte de ellos).
Tiene pulcritud de escritura, esa sencillez y elegancia que tiene tanto de Azorín, algo de Sánchez Ferlosio, y unas migas de la ruralía sabia y honda de Andrés Berlanga. Pero aquellos fueron todos al Instituto, y ya se sabe: algo se les pegó de lo que aprendieron en las clases de literatura.

El autor y Camilo José Cela

Han sido publicadas hace poco las relaciones de Gabino Domingo con Camilo José Cela. Un buen día le llamaron por teléfono, se puso, y el que llamaba le dijo que era Camilo José Cela, y que le quería preguntar unas cosas sobre su oficio de ventero y freidor de gallinejas. ¡Yo pensé –dice Gabino- que era un bromista que me quería tomar el pelo. Pero bueno.... le seguí la corriente. Y por no quedar mal, por esperar a ver qué pasa, atento, etc.... (muy alcarreño todo). Cela le preguntó hasta el más mínimo detalle todo lo relativo a su oficio, la de freidor de gallinejas. Y Gabino le contó lo que sabía. Luego Camilo volvió a  llamarle, le pidió más información, le dio las gracias, le animó a que recuperaran en Membrillera la fiesta de la Carrera del Cabro, y quedó muy amigo suyo. Tanto, que, impresionado, el escritor de Padrón le dedicó estas frases en un artículo que publicó en ABC el domingo 21 de diciembre de 1997: “Gabino es hombre de buen hacer y acontecer, sabe de gallinejas y de freir gallinejas más que nadie, ama su oficio, discurre con fundamento y habla un español sonoro, preciso y señalador”. Caray, con esa frase, y en el mundo de las letras, uno puede hacer ya lo que quiera.

Parece como si aquellas charlas con Cela, que no fueron más de dos o tres, le hubieran imbuído a Gabino Domingo las capacidades de la locuacidad y la escribanía. O sea, como si una paloma mensajera en oficio de “espíritu de las letras” se le hubiera colado por el cable del teléfono.... porque a partir de entonces se puso a poner en papel lo que sabía de su pueblo: las anécdotas de cazadores, de guardias civiles, de curas y señoritos. Las bromas de los chavales a los arrieros. Los trabajos de segadores y alguaciles. Las ansias de señoritas y molineros. Las secuencias de fiestas, toros, cabros, rosquillas y pollinos. En fin: un mundo. Un mundo que ha quedado modelado, tallado en mármol, puesto a secar y presto a la admiración. El mundo de Membrillera a lo largo de un siglo, del veinte, de ese siglo en el que, allí, como en tantos otros pueblos de la Alcarria y de Castilla, se pasó sin medias tintas de la Edad Media al mundo digital, de las alpargatas a las Nike y de las chaquetas de pana a los chandals grises con tiritas azules. El ha sido un testigo serio y digno, un testigo que lo ha puesto en este libro magnífico, recio, digno de aplauso: Membrillera, peripecias de otro siglo.

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