ALONSO RAMOS, José Antonio; HERRERA CASADO, Antonio, y MONJE ARENAS, Luis, La Sierra Norte de Guadalajara paso a paso, Guadalajara, Aache ediciones (Colección Tierra de Guadalajara nº 82), 2012, 272 páginas. Muchas ilustraciones
La editorial Aache nos sorprende gratamente con la reciente publicación de este libro, que tiene como fin conducir al lector, o mejor al visitante, por los pueblos de la Sierra Norte -37 municipios que, en realidad son 59 núcleos de población-, tal y como se especifica en las tres ofertas de “turismo activo” que sus autores hacen tras su introducción.
Se trata, pues, de una cómoda guía en la que se unifican multitud de datos interesantes acerca de la naturaleza, la historia y el patrimonio (arquitectónico y etnográfico) que, hasta ahora eran -en muchos casos- notas dispersas en tantos otros libros y publicaciones de escasa tirada y difusión.
El libro está dividido en cinco apartados o capítulos de diversa extensión: La Naturaleza, donde se da a conocer el relieve de la zona (Sierras de Ayllón y de Pela, Alto Rey), su geomorfología (propia de las estribaciones del Sistema Central), sus cuencas hidrográficas (del Jarama, Sorbe y Bornova), el clima y la flora y fauna.
Una vez descritas las principales características que conforman esta Sierra Norte, se entra en lo que se ha venido en denominar “la arquitectura negra” (capítulo 2), que recibe este nombre precisamente por el color oscuro de sus componentes, principalmente lajas de pizarra y madera, además de gneis y barro, que se emplean tanto en las viviendas como en las construcciones auxiliares utilizadas para guardar aperos, como para el ganado.
Evidentemente se trata de una arquitectura (“sin arquitectos”) que se adapta al duro medio geográfico que la condiciona. De ahí el uso de muros de gran grosor, tejados de amplios faldones inclinados que facilitan que la nieve escurra y las vigas aguanten mejor el peso, los vanos de reducidas dimensiones generalmente situados en solana, las habitaciones poco ventiladas separadas por tabiques de adobe y entramado de madera, generalmente sobre las cuadras, con el fin de recibir el calor animal, y una gran pieza, donde se realiza la mayor parte de la vida, que es la cocina, donde destaca la chimenea, de gran tamaño, que sirve para cocinar, calentarse, secar la matanza y contar historias.
Una arquitectura de la que, por desgracia, van quedando pocos ejemplares en su pureza originaria, dado que -aún conservando su valor etnográfico-, muchas construcciones se han visto ciertamente mixtificadas o, quizás por exceso de celo, “restauradas” de tal manera que aparecen a la vista como si fueran recientes.
El tercer apartado de destina a ofrecer una no muy extensa, aunque suficiente, visión de todos y cada uno de los 37 pueblos a que antes hemos hecho referencia, incluyendo sus agregados; notas que se completan con datos como la altitud sobre el nivel del mar a que se encuentra cada lugar, su número de habitantes, los accesos, junto a otros que pudieran resultar de mayor importancia para el visitante, como pueden ser los elementos más atractivos que custodia -la iglesia, la ermita, etc.-, las fiestas más coloristas y donde poder comer o dormir.
El costumbrismo, a través de varias de sus facetas más atractivas, aparece a lo largo del cuarto capítulo. En él se da cuenta de las más destacadas actividades que las gentes serranas han venido desempeñando, en algunos casos desde tiempos prehistóricos: la ganadería, incluyendo la trashumancia, y su comercio (ferias y mercados de Cantalojas, Hiendelaencina, Tamajón…) o trueque por otros productos de los que carecían: frutas, hortalizas y legumbres; la minería y la metalurgia; el carboneo y, actualmente, la dedicación al turismo rural casi como única vía de desarrollo y riqueza local. Actividades que, como vemos, vienen dadas por el propio determinismo geográfico de los pueblos.
Sigue el ciclo festivo de la Sierra, claramente unido a festividades religiosas: las danzas de la octava del Corpus, de Valverde de los Arroyos; las de El Ordial, Condemios, Majaelrrayo y Galve de Sorbe; la romería al Santo Alto Rey de la Majestad, que reúne a los pueblos situados a los pies de la Sierra del mismo nombre; las botargas invernales y fustigantes de Almiruete y Arbancón; La Caballada atencina; los “vaquillones” de Villares de Jadraque, que aún se mantienen vivas, junto a otras que ya se perdieron por los largos caminos del tiempo, pero que aún se recuerdan.
La gastronomía, la indumentaria, la religiosidad, la música y la danza, siempre tan entrelazadas, así como el ciclo vital y la tradición oral, completan este atractivo apartado, que finaliza con una selecta bibliografía, básica para quien quiera ahondar en estos temas.
Y, puesto que comentamos un libro que trata de turismo fundamentalmente, un quinto apartado en el que se ofrece una serie de rutas -ocho en total- interesantes por su contenido y que vale tanto para los amantes de la naturaleza (“Valverde, Chorreras de Despeñalagua” o “La Ciudad Encantada de Tamajón”, por ejemplo), como para los aficionados al estudio del patrimonio (“Monasterio de Bonaval”, en Retiendas) o a la arqueología industrial (“Las Minas de Hiendelaencina”). Ocho rutas en este caso, que sin lugar a dudas podrían ampliarse hasta donde se quiera, puesto que son muchos los alicientes culturales que pueden encontrarse en la extensa zona que abarca este libro.
Es importante destacar que se incluye un índice toponímico, algo que en muchas publicaciones no se tiene en cuenta, y que tanto contribuye a que un libro cobre valor, especialmente a la hora de su manejo rápido.
En fin, un libro amplio, que ofrece al lector una idea suficientemente clara de todas las preguntas que suelen surgir antes de comentar un viaje: ¿qué nos vamos a encontrar? ¿cómo es y cómo podemos ir? ¿cuando nos parece más interesante, en qué estación del año? (¿quizá en primavera para ver los campos verdear o en otoño cuando el color violáceo de la tierra se confunde con el azul oscuro del cielo? ¿o cuando el día de la fiesta recomendada?), ¿dónde ir? y ¿por qué?
Cinco grandes apartados que, en realidad, vienen a ser tres capítulos, escritos cada uno de ellos por su especialista: Monje Arenas, la naturaleza; Alonso Ramos, el costumbrismo, y Herrera Casado, el resto, los pueblos y las rutas. Tres autores a los que hay que felicitar por esta estupenda entrega que tanto valor tiene para conocer este amplísimo rincón de Guadalajara que es su Sierra Norte.
José Ramón López de los Mozos
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