Herranz
Barquinero, Ricardo: “El castillo de Valderradela, en Chinchón”. Aache
Ediciones. Guadalajara, 2014. Colección “Tierra de Madrid” nº 6. 148 páginas,
grabados en color, planos. ISBN 978-84-15537-53-3. 12 €.
De
excepcional puede calificarse este libro, porque lo constituye un estudio muy
difícil de realizar: se trata del análisis completo (historia, arte,
costumbrismo) en torno a un castillo medieval del que no queda otro rastro que
el lugar físico, el enclave geográfico, en el que asentó. El autor ha sabido
identificar el lugar, rastrear los testigos topográficos en los que asentó, las
estructuras de que se componía y su orientación, los caminos que a él llegaban
y de antiguas crónicas y documentos obtener ideas sobre la forma, los usos, los
habitantes, las fechas… en una tarea arqueológica que merece un aplauso.
El
arqueólogo Herranz Barquinero, que ya tiene otro libro similar en torno a la
fortaleza de Malsobaco en Paracuellos, está empeñado en una tarea difícil y
plausible: el rescate d ela memoria de las viejas fortalezas de origen musulmán
y uso prolongado por los cristianos, en los ríos que conforman la orilla
derecha del Tajo, aquellos que proceden de la Sierra Central y sirvieron, a
través de sus valles, de paso entre ambas mesetas. De una época en que nada era
seguro, y menos los caminos, proceden estas pequeñas fortalezas de las que en
este libro da cuenta, además de hacer el estudio concienzudo de la pequeña
alcazaba de Valderradela, en el actual término de Chinchón, y que servía para
custodiar el valle del río Tajuña, un poco más arriba de otro enclave que hoy
se mantiene bastante completo, el castillo de Casasola, en el mismo término.
Las
conclusiones a las que llega Herranz son muy contundentes: se trata de una
fortaleza con gran torre del homenaje y espacio interno fortificado, extendido
sobre un cerro dominante. Construido sobre antiguo castro, fueron los árabes
quienes le dieron cuerpo y se mantuvo luego hasta siglos medievales activo y en
uso.
En resumen, y en palabras
del autor, El castillo de Valderradela cumplió con su cometido en los siglos X
y XI como fortaleza vigilante de la ciudad de Toledo, siempre en manos
musulmanas, problema constante para el califato por los continuos
levantamientos de la población cristiana, que no aceptaba de buen grado el
dominio islámico. Llegado el periodo de los reinos de taifas y el consiguiente
reino de Toledo, el papel de Valderradela se incrementó con la responsabilidad
de vigía de la Marca Media.
Tras la toma de Toledo por
Alfonso VI en 1085, Valderradela siguió teniendo uso militar por lo
inconsistente de la frontera y es casi seguro que pasaría nuevamente a manos
musulmanas por un breve periodo de tiempo, una vez quedó consolidada la línea
del Tajo. Es muy probable que su custodia terminase en manos de la orden
de Santiago, ya que las cercanas
fortalezas de Casasola, Oreja y Alboer tuvieron este destino.
En tiempos de Alfonso
VIII, tras las navas de Tolosa, comenzaría la decadencia total de la fortaleza,
una vez perdido su valor militar, suponiendo además que su estado ya sería
semirruinoso. A tener en cuenta también la orden dictada por el Cardenal
Cisneros que afectaba a la demolición de algunos castillos de la zona, como el
de Alboer y que pudo afectar también al de Valderradela, aunque en los siglos
XV y principios del XVI el estado de conservación de Valderradela debía de ser
de ruina completa.
Otro
de los aspectos interesantes de este libro es el del uso de la sal y los
elementos del entorno para fabricar jabón, explicando los métodos por los que
esto se hizo durante mucho tiempo. En Chinchón y su término la fabricación de
jabón fue posible gracias al uso de la cal, y la barrilla abundantes en el
término. El autor describe incluso un horno de cal en el entorno inmediato de
Valderradela. De resultas de sus prospecciones han aparecido cerámicas, que
fecha, y otros elementos arqueológicos que confirman las propuestas que hace
respecto a fechas y usos.
Un
libro, pues, que rescata un elemento del patrimonio desaparecido de la
Comunidad de Madrid, y que complementa su anterior estudio sobre el castillo de
Malsobaco en Paracuellos. Esperamos (sabemos que está en ello) que Herranz
Barquinero continúe sus estudios en torno a estos aspectos del patrimonio más
olvidado, pero siempre esclarecedor de lo existente, y siga haciendo estas
catas en el pasado, a través de edificios arrumbados pero que en su día
tuvieron luz, y vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario