viernes, 25 de septiembre de 2015

Donde el Mundo se llama Guadalajara

Juan Pablo Mañueco: "Donde el Mundo se llama Guadalajara", Aache Ediciones. Guadalajara, 2015. 350 páginas. 

Con delectación, con asombro, y con una gran capacidad creativa, la vena literaria de Juan Pablo Mañueco nos emociona de nuevo a través de las 350 páginas de su libro que titula así, “Donde el Mundo se llama Guadalajara”, como un anuncio de las infinitas sorpresas que el lector (y aún el viajero) podrá encontrar si se decide a patear con tranquilidad y método esta tierra, este rincón diáfano de Castilla.

Un libro grueso (350 páginas) con algunos gráficos que le indican al lector la ubicación en las diversas comarcas de los pueblos y monumentos que se van tratando en el libro. No es una guía, por supuesto, pero sí un vademecum en el que encontrar historias, esencias y hermosas descripciones.

El autor nos dice

En su presentación, y aparte del Prólogo que firma en esta ocasión Antonio Herrera Casado, Cronista Provincial, el autor nos dice que la parte del planeta que recibe por nombre Guadalajara es un país de países, geográficamente hablando, con una amenísima variedad de paisajes y tanta, al menos, diversidad de paisanajes, concurrencias y gentíos, aunque también, a menudo, de soledades, silencios y abandonos, si bien nunca exento de belleza.

Este libro ofrece una suerte de vagabundeo y de andanzas por la ciudad y las comarcas de Guadalajara, que, por no parar, ni siquiera se van a detener en la lírica, sino que se adentrarán también por los terrenos de la prosa y del teatro.

Poesía, novela o relato en prosa, y acción dramática sobre un tablado palaciego, es lo que contienen estas páginas, para que no falte ningún género literario a la cita con la vieja ciudad de Arriaca o Guadalajara y su tierra, tan cantada ya por plumas de la altura del arcipreste de Hita o del marqués de Santillana, pero que sigue dando motivos de asombro para los autores y lectores del tercer milenio.

La obra no en su contenido, pero sí en su presentación, utiliza un lenguaje musical u operístico y, así, se estructura en Preludio, Obertura, Actos I, II, III y IV y Epílogo. Dentro de la obra, hay también textos que se encabezan como Aria, Adagio, Alegro o Presto.
Atención merecen asimismo las composiciones que se titulan “Ribereñas”, tanto por su contenido, genuinamente enraizado en la Edad Media, como por la estructura estrófica inédita que aportan. 

Un repaso a conciencia de la tierra de Guadalajara

En las páginas de esta gran obra, se nos revela nítido el complejo universo literario de Mañueco. Autor de granada producción, que ha pisado los caminos de la poesía (los más densos) pero también de la novela, de la prosa literaria, del teatro… Juan Pablo Mañueco expresa en este libro contundente su visión de la tierra que le acoge.

Guadalajara se muestra como “centro del Universo”, aunque sin caer nunca en el “paletismo”, sino con la gracia con que un paisano mira su tierra, y con el optimismo que da encontrarla hermosa, acogedora, afable.

A través del realismo simbólico, que una vez más ejerce y muestra en todas sus páginas, son docenas los pueblos que reverdecen en la lírica de estas páginas. Está Brihuega por un lado, Molina por otro, Usanos y Trillo, en el verano, y Azuqueca también, más Tórtola de Henares.

En la página 331 nos ofrece el autor uno de los más bellos poemas que se han escrito hasta ahora sobre El Doncel de Sigüenza. Justo es señalarlo, y animar a muchos a que lo lean, a que lo incluyan en sus antologías ideales. Pero también nos llegan cabalgando las páginas, los sones de otros edificios, de otras gentes que hacen su oficio histórico sobre la trama urbana de Guadalajara ciudad: los gigantes y cabezudos, las cigüeñas migrantes, y los mil sonidos que emergen de La Concordia.

Un libro, en definitiva, que viene a ser el gran homenaje del autor, Juan Pablo Mañueco, a la ciudad y a la provincia en las que vive: a esta Guadalajara en la que a fuerza de mirar, de querer, y de oir, sabemos que nos devuelve el eco con generosa secuencia. Y el autor de esta obra lo recoge en plenitud.


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