Juan Pablo Mañueco: "Donde el Mundo se llama Guadalajara", Aache Ediciones. Guadalajara, 2015. 350 páginas.
Con
delectación, con asombro, y con una gran capacidad creativa, la vena literaria
de Juan Pablo Mañueco nos emociona de nuevo a través de las 350 páginas de su
libro que titula así, “Donde el Mundo se llama Guadalajara”, como un anuncio de
las infinitas sorpresas que el lector (y aún el viajero) podrá encontrar si se
decide a patear con tranquilidad y método esta tierra, este rincón diáfano de
Castilla.
Un
libro grueso (350 páginas) con algunos gráficos que le indican al lector la
ubicación en las diversas comarcas de los pueblos y monumentos que se van
tratando en el libro. No es una guía, por supuesto, pero sí un vademecum en el
que encontrar historias, esencias y hermosas descripciones.
El autor nos
dice
En su presentación, y aparte del Prólogo que
firma en esta ocasión Antonio Herrera Casado, Cronista Provincial, el autor nos
dice que la parte del planeta que recibe por nombre Guadalajara es un país
de países, geográficamente hablando, con una amenísima variedad de paisajes
y tanta, al menos, diversidad de paisanajes, concurrencias y gentíos, aunque
también, a menudo, de soledades, silencios y abandonos, si bien nunca
exento de belleza.
Este libro ofrece una suerte de vagabundeo y
de andanzas por la ciudad y las comarcas de Guadalajara, que, por
no parar, ni siquiera se van a detener en la lírica, sino que se
adentrarán también por los terrenos de la prosa y del teatro.
Poesía, novela o relato en prosa, y acción
dramática sobre
un tablado palaciego, es lo que contienen estas páginas, para que no falte
ningún género literario a la cita con la vieja ciudad de Arriaca o Guadalajara
y su tierra, tan cantada ya por plumas de la altura del arcipreste de Hita o
del marqués de Santillana, pero que sigue dando motivos de asombro para los
autores y lectores del tercer milenio.
La obra no en su contenido, pero sí en su
presentación, utiliza un lenguaje musical u operístico y, así, se estructura
en Preludio, Obertura, Actos I, II, III y IV y Epílogo. Dentro de
la obra, hay también textos que se encabezan como Aria, Adagio, Alegro o
Presto.
Atención merecen asimismo las composiciones
que se titulan “Ribereñas”, tanto por su contenido, genuinamente
enraizado en la Edad Media, como por la estructura estrófica inédita que
aportan.
Un repaso
a conciencia de la tierra de Guadalajara
En las páginas de esta gran obra, se nos
revela nítido el complejo universo literario de Mañueco. Autor de granada
producción, que ha pisado los caminos de la poesía (los más densos) pero
también de la novela, de la prosa literaria, del teatro… Juan Pablo Mañueco
expresa en este libro contundente su visión de la tierra que le acoge.
Guadalajara se muestra como “centro del
Universo”, aunque sin caer nunca en el “paletismo”, sino con la gracia con que
un paisano mira su tierra, y con el optimismo que da encontrarla hermosa,
acogedora, afable.
A través del realismo simbólico, que una vez
más ejerce y muestra en todas sus páginas, son docenas los pueblos que
reverdecen en la lírica de estas páginas. Está Brihuega por un lado, Molina por
otro, Usanos y Trillo, en el verano, y Azuqueca también, más Tórtola de
Henares.
En la página 331 nos ofrece el autor uno de
los más bellos poemas que se han escrito hasta ahora sobre El Doncel de
Sigüenza. Justo es señalarlo, y animar a muchos a que lo lean, a que lo
incluyan en sus antologías ideales. Pero también nos llegan cabalgando las
páginas, los sones de otros edificios, de otras gentes que hacen su oficio
histórico sobre la trama urbana de Guadalajara ciudad: los gigantes y cabezudos,
las cigüeñas migrantes, y los mil sonidos que emergen de La Concordia.
Un libro, en definitiva, que viene a ser el
gran homenaje del autor, Juan Pablo Mañueco, a la ciudad y a la provincia en
las que vive: a esta Guadalajara en la que a fuerza de mirar, de querer, y de
oir, sabemos que nos devuelve el eco con generosa secuencia. Y el autor de esta
obra lo recoge en plenitud.
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