Francisco Layna Serrano: “Historia de la villa de Atienza”.
Aache Ediciones. Colección “Obras Completas de Layna Serrano”. Guadalajara,
2004. 526 páginas, numerosas ilustraciones y planos, a color. Encuadernación en
tela. Prólogo de Agustín González. PVP: 60 €.
Como en toda la obra reeditada de Layna, se conservan
íntegros los textos del polígrafo alcarreño, y muchas de sus fotografías y
planos realizados a mano. Pero se pone énfasis en la imagen nueva, con modernas
técnicas digitales, de tal modo que el lector y coleccionista se encuentra con
el que ya ha sido calificado como el mejor libro de Layna hasta ahora editado.
El más grueso, y el que más cantidad de páginas con ilustraciones lleva. Un
elemento imprescindible para afianzar el saber enciclopédico y el conocimiento
de las raíces históricas, patrimoniales y costumbristas de nuestra provincia.
Una historia
Cuando el viajero se
dirige a Atienza, la llegada desde los altos de Cantaperdices le producen
siempre un acelerón en la sangre. Porque la vista del burgo, a lo lejos, sobre
los anchos campos, elevado sobre el monte, y el castillo coronando la roca
gris, a todo el que se para un momento a contemplar esa visión le viene a la
boca la misma palabra: “parece un barco” surcando el mar de ocres, de panes, de
quejigares ahora amarillentos.
Si hoy nos despierta
admiración y emociones, en los siglos pasados, muy antiguos (Atienza tiene una
historia de veinte siglos a sus espaldas, quizás más) a los hombres que se
acercaban a ese bastión les producía miedo (si eran enemigos9 o confianza( si
eran sus vecinos, sus allegados).
El mismo Ruy Díaz de
Vivar, El Cid Campeador, tuvo que pasar bajo las murallas de Atienza cuando
viajaba de Burgos a Valencia, desterrado. Y al llegar cerca, dijo su cronista
que don Rodrigo pasó de largo, pues esa poderosas torres “que moros las han” no
le permitían plantearse conquista alguna, por muy valiente que fueran él y los
suyos. De esa visita, cierta, confirmada en “El Cantar del Mío Cid” viene hoy
la inclusión de Atienza en la Ruta Turística “Camino del Cid”. La que seguimos
sin entender es la razón dada para incluir a Atienza en la “Ruta de Don
Quijote”, con motivo del Centenario de la edición del famoso libro. Ni
Cervantes estuvo en Atienza, ni al Quijote (ente de ficción, por lo demás) le
puso nunca en sus caminos.
La historia de Atienza
es resumen de la historia de Castilla: sus reyes medievales viven allí, la
tienen como una de las joyas de su corona. Alfonso VIII la concedió favores y
ayudó a construir sus murallas, su castillo, sus iglesias. Juan II y El
Condestable de Luna la conquistaron con dura y larga batalla. Los clérigos
numerosísimos que la habitaron la dieron sonoridad de cantos gregorianos. Y los
cientos, miles de arrieros que en ella vivieron, la hicieron entre los siglos
XII al XV lugar céntrico de Castilla, un emporio de riqueza comercial.
En guerras más modernas
tuvo Atienza su valor: En la de la Sucesión, en la de la Independencia (el
Empecinado batalló en sus cercanías) y aun en las civiles del Carlismo contra
el Liberalismo. En la última Guerra Civil fue menos importante su papel, entre
otras cosas porque la guerra del ferrocarril, la perdió Atienza mucho antes. Y
eso fue como quedarse descolgada de todos los caminos. De los del progreso y de
los de los conflictos bélicos.
Hoy Atienza, bien
comunicada, pero siempre lejos, y a trasmano, vive su honrosa y honrada
ancianidad, en silencio, y ofreciendo su arte, su maravillosa silueta, sus
fiestas únicas. En el libro de Atienza se cuentan todas. Se saborean despacio,
y parecen no acabarse nunca.
Un patrimonio
Lo que se guarda entre
las murallas de Atienza no tiene nombre ni número. Es inmensa la riqueza que atesora esta villa. A pesar de pérdidas y robos, en tiempos antiguos. Y gracias
a las recuperaciones y restauraciones modernas. Una figura excepcional, Agustín
González, ha conseguido hacer que ese patrimonio atencino esté siempre
latiente, cada vez más limpio, más cuidado, más a la vista, en esos tres museos
(San Gil, San Bartolomé, la Trinidad) que ha ido progresivamente abriendo.
El patrimonio de Atienza
ofrece, menos arte contemporáneo, de todo: desde los elementos del paleolítico
(y más antiguos aún, la colección de fósiles que en San Bartolomé se guarda,
algo excepcional y nunca visto) hasta el arte rococó. Pero pasando antes por lo
árabe (inscripciones cúficas en Santa María del Rey, lo cual deja al espectador
siempre estupefacto, al ver y fotografiar largas parrafadas talladas en
caracteres árabes sobre la puerta norte de esa iglesia románica), por lo románico,
con su media docena de iglesias plenamente de ese estilo, por lo gótico, con un
ábside de San Francisco de líneas puramente británicas, por el Renacimiento,
por el barroco más complejo...
Un cúmulo de cientos depiezas, de retablos, de esculturas, de grandes cuadros, de bóvedas, de Calvarios, de relicarios. Es difícil, por no decir imposible, enumerar aquí ni
siquiera lo más importante del patrimonio atencino. Solo decir que han hecho
falta más de 500 páginas de un libro en tamaño muy grande, para poder incluir
la historia y el arte de esta villa, añadida, eso sí, de unas numerosas y
sorprendentes fotografías de sus mejores piezas.
Un folclore
En Atienza queda todavía
un punto a señalar y disfrutar de él: el del folclore. Porque en sus anales
surge la fuerza emotiva de la Caballada. Es singular y fascinante el escrito
que en forma de prólogo nos da el arcipreste atencino, don Agustín
González. En él nos revive la emoción de
un día, el domingo de Pentecostés. Que se llena de sonidos (los cascos de los
caballos ante la casa del Abad) y bailes, cuando le entretienen con jotas a la
Virgen de la Estrella, antes de comer el cordero y la lechuga en el reservado
de la ermita.
Si Layna fue quien
primero describió y analizó, en documentos y ritos, esta Fiesta universal,
Santiago Bernal fue quien la plasmó en hermosas fotografías. El libro que ahora
aparece tiene además del texto clásico, las imágenes mejores que Bernal guardó,
en colores y en el blanco y negro sucinto que es posiblemente en el contraste
que mejor se ofrece este encuentro ancestral. Ocho siglos de fiesta, la Caballada de Atienza, vista desde todos los ángulos posibles.
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