Juan José Bermejo Millano: “Guía de los puentes de Guadalajara”. Aache
Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 68. Guadalajara, 2008. 128
páginas. PVP: 18 €.
Este libro ofrece, en sus 128 páginas y cómodo formato de guía, la
descripción de todos los grandes y pequeños puentes de la provincia. Una breve
descripción e historia de cada uno de ellos, se acompaña de fotografías en
color y planos. Se divide el libro en varias rutas, que están basadas en las
cuencas de los ríos provinciales, como es lógico. Así encontramos las rutas del
Jarama, el Henares, el Tajuña y el Tajo, más cada uno de sus principales
afluentes. Acabando con la ruta de los ríos molineses, los que dan al Ebro,
como son el Mesa y el Piedra.
Tajo abajo
Nace el río Tajo, el más largo de los de España, entre la muela de San Juan (1.830 metros) y el cerro de San Felipe (1.839 metros), en los Montes Universales, en la provincia de Teruel. El lugar exacto del nacimiento, que está señalado por un monumento sencillo pero interesante, es la Fuente García, a unos 1.600 metros de altitud, y en pocos kilómetros y por fuertes pendientes baja a los 1.140 metros.
A su paso por los pueblos de la provincia, sobre el Tajo vemos los puentes del Martinete, cercano a Peralejos de las Truchas, y de Poveda, en el término de este pueblo. Son puentes modernos, que han sustituido recientemente, con estructuras la mar de modernas, a los antiguos pasos que siempre andaban renqueantes y viniéndose abajo con las riadas. Lo usaron, en las guerras, todos los ejércitos, y en las paces, los aldeanos de aquellas tierras altas e inhóspitas. Otro de los primeros puentes, y este se visita más porque en el verano son miles de turistas los que le atraviesan, es el de San Pedro, en término de Zaorejas, donde el Tajo recibe por su derecha las aguas del río Gallo que viene desde la altura y profundidad del Señorío de Molina.
El
puente de la Tagüenza
El viajero tiene que descubrir, a base de andar
caminos (porque ninguna carretera accede a él con coche) el “puente de
Tagüenza”, uno de los más espectaculares de la provincia. Hay que bajar a pie,
bien desde Huertahernando, lo cual es relativamente fácil y cómodo, aunque más
largo, bien desde Huertapelayo, más corto pero más difícil. Siempre fue muy
utilizado porque ponía en comunicación a las gentes del Señorío de Molina con
las de la serranía del Ducado. Le vemos firme y airoso, asentado sobre unas
altas y verticales rocas, teniendo por cimientos a la misma piedra, que el agua
en el transcurso de los siglos ha ido afilando para poder salir y seguir su
curso. Aunque puesto puente en ese lugar hace muchos siglos, era al principio
de madera, y luego de piedra, hasta que fue volado en la Guerra Civil de 1936-39.
Fue José del Acebo su ingeniero constructor, a mediados del siglo XIX, y luego
la Diputación presidida a la sazón por Manuel Rivas Guadilla no dudó en
reconstruirlo tras la guerra, tal como hoy lo vemos. Los viajeros que hasta él
lleguen dirán con razón que no han perdido el día.
Mucho más abajo, los buscadores de puentes se
encontrarán, también gracias a cómoda carretera, con el puente de Valtablado
del Río, que también fue, en tiempos viejos, de madera, de tablas, como el
propio nombre del pueblo indica. Ya en época de Madoz se cita el puente, que
dice era muy antiguo y fue quemado por los franceses en 1811. Después se hizo
más consistente, pero las avenidas frecuentes lo derribaban, por lo que en 1924
se reconstruyó pero siguió deteriorándose hasta que en 1955 con el proyecto de
Ramón Fontecha Sánchez se inauguró dando por fin con la fortaleza que el
espacio requería. Asombrosamente corpulento, el puente de Valtablado es de los
que dan categoría a un río, aunque en este caso sea en lugar tan remoto y poco
frecuentado. De rasante horizontal, consta de dos arcos centrales de medio
punto, de 20 metros de anchura cada uno, flanqueados a cada lado por otros dos
arcos de 6 metros de luz.
La arqueología nos habla de un puente, esta
vez construido por los romanos, en término de Carrascosa de Tajo. Aunque lejos
de cualquier vía de comunicación, y hoy solo accesible a pie por caminos que
parten de ese pueblo, el viajero podría observar que quedan muy importantes
restos de este puente que servía de paso a una vía romana que desde Valeria y
Segóbriga iba hacia Segontia. Al calor del puente, en la orilla derecha, se
levantó el pueblo de Murel, que fue donde primeramente pusieron los monjes del
Císter su monasterio, fundado con el apoyo del rey Alfonso VIII de Castilla. De
lo que queda de puente, que está visitable por un camino que llega desde el
propio pueblo de Carrascosa de Tajo, puede hoy admirarse el gran estribo de la
orilla sur, verdaderamente “obra de romanos” con sillares de “opus quadratum”
conformando un amplio recinto relleno de “opus caementicium”. En ese estribo se
adivina que la rasante del puente era recta, y que por lo que se ve y colige
tuvo seis arcos, apoyados sobre cinco pilas, una de las cuales, entera pero
derrumbada y volcada sobre las aguas, aún hoy se ve, y otra en la parte norte,
cercana al pueblo, que fue utilizada para canalizar un molino y hacer un
mini-central eléctrica en tiempos antiguos. En todo caso, un caso curioso y
verdaderamente notable de puente romano en esta tierra.
En la salida del Parque Natural, y en medio de
un vegetación verde todavía, glamorosa de riscos, bosques y cascadas, está
Trillo, con su gran puente, de un solo arco, hoy rodeado de parques y
atractivos sitios de turismo. Merece la pena detenerse en la orillas, aguas
abajo, y admirarle grandioso, renacido tras la voladura que de él hizo el
Empecinado, hace ahora más o menos doscientos años.
Pareja
y sus puentes
Tuvo Pareja
una serie de puentes, para el cruce estratégico del hondo Tajo en su término.
La construcción del embalse de Entrepeñas y su inicial ímpetu avasallador de
aguas acabó con ellos, aunque dejando la memoria de tanta agua en la
construcción del único paso que hoy queda, para la carretera que sube de
Sacedón a Cifuentes, y que fue levantado por la Confederación hidrográfica del
Tajo, en los años sesenta del siglo XX: es el gran viaducto que puso en
comunicación ambas orillas del embalse
de Entrepeñas. Este elegante y vistoso elemento se sigue utilizando hoy
y es un punto de referencia para viajeros y fotógrafos, puesto que da unas
imágenes de gran belleza sobre las aguas del Tajo embalsado, sorprendiendo la
docena de arcos, altos y elegantes, que le forman. Muchos pasan sobre él en
coche, y ni se dan cuenta: hay que pararse en uno de sus extremos, subir algún
cerro, tomar perspectiva, y admirar esta obra grandiosa.
Auñón
medieval
El viajero que baje el río admirando los
grandes y viejos puentes que cruzan el Tajo, quedará maravillado ante la obra
de ingeniería que supone el medieval puente de Auñón. Lo encontramos aguas
debajo de la presa de Entrepeñas, y se llega a él bajando por la arriesgada
carretera que parte junto a la roca en la presa, o subiendo desde el cruce de
la carretera de Cuenca y Sayatón. Tras andar un camino de asfalto ya suelto, le
encontramos desplegado tras una amplia campa: tiene una longitud de 88 metros y
ofrece un ojo principal de 11 metros. Algunos le dicen “el puente romano”, pero
realmente es construcción medieval, sabiendo que ya estaba construido en 1361.
Al estar en las cercanías de la vía que unía Sigüenza con la comarca de Cuenca,
se convirtió en un paso muy utilizado durante la baja Edad Media, contribuyendo
a que Zorita, perdiendo el tráfico de mercancías por su puente, continuase su
declive.
El siguiente punto de admiración es Bolarque, lugar clásico de cruce
del río, entre altas rocas. De los antiguos puentes y barreras ya casi nada
queda, pero sí del puente “mixto” formado
por dos arcos de medio punto, de sillería, y otro tramo central recto y de
construcción metálica, compuesto de dos vigas en celosía, disponiendo de
andenes laterales en voladizo para los peatones. Se levantó a comienzos del
siglo XX, en época de Alfonso XIII, para servir de complemento a la central
eléctrica que allí se creó. Hoy es testigo del inicio del Trasvase Tajo-Segura,
y en todo caso, un paisaje espléndido que merece visitarse con detalle.
Zorita al fin
Y por no alargar demasiado
estas letras, mencionar finalmente el puente ¿o será la puente? De Zorita de
los Canes, lugar defendido por fortísimo castillo calatravo que debió su
riqueza e importancia a ese puente, en el que se pagaba el pontazgo del reino
de Toledo. Se lo llevó el agua en varias ocasiones, y al final el gobierno de
Felipe II se comprometió a hacer uno nuevo, recio, grandioso… no pasó de las
intenciones. Hoy vemos, y hay que bajar a la orilla misma para admirarlo, un
machón inicial que serviría para dar firmeza a ese puente que no llegó a
hacerse. Si será grande el machón (se ve en la fotografía adjunta) que hace
unos años se construyó encima un restaurante en el que caben…. cientos de
personas, más la barra, y la cocina…un ejemplo más de la polivalencia de los
puentes, y un atractivo añadido a quien quiera hacerse esta ruta por los puentes de Guadalajara.
AHC
AHC
No hay comentarios:
Publicar un comentario