lunes, 28 de enero de 2013

Una guía para encontrar castillos


Antonio Herrera Casado: Guía de campo de los castillos de Guadalajara. Aache Ediciones. Guadalajara, 2007. 2ª edición. 192 páginas, numerosas ilustraciones, planos, croquis, alzados.

La identifcación de Guadalajara y de buena parte de la España interior está asegurada por las siluetas de sus castillos. Son la expresión de una necesidad defensiva, en un mundo rudo y agresivo, pero son también el ideal que los viajeros, los hombres de hoy, ponen en su memoria como la visible fuerza de la Edad Media. Los castillos eran lugares de poder, de fuerza, generadores de historia, de leyendas, de personajes rudos y de sustanciosos giros de la historia.
En la provincia de Guadalajara, una más de las propiamente castellanas, la estructura de poder en los siglos medievales estaba en torno al feudalismo, le poder real, la fuerza de las elites. Las peleas que mutuamente emprendían les hacía ser precavidos y guardar sus bienes, sus personas y sus familias en continentes recios, pétreos, formidables: en los castillos.
Sus ruinas han llegado a nuestros días, y acompañados de la historia de cada uno sus siluetas nos deslumbran, como nos apasiona recorrer sus entresijos, bajar a sus mazmorras, subir hasta la fresca altura de sus almenas. En Guadalajara quedan, al menos, treinta edificios medievales fuertes y muy enteros. Más otros dos centenares más de restos visitables, identificables, y un número alto de recuerdos de otros que fueron y ya no existen.
El libro que comentamos, y que hemos leído de principio a fin sin pestañear, es un intento de mostrarnos el valor histórico y la fuerza patrimonial de los castillos que aún se alzan en los límites geográficos de Guadalajara. El autor, que se los conoce bien, porque los ha visitado todo, los ha estudiado y los ha dibujado, nos pinta en su Introducción un estudio de sus formas y destinos. La división para su visita la hace en función de las cuencas de los ríos, pues en definitva la función que cubrían estos edificios era la de proteger pasos estratégicos junto a puentes y ríos. Así los clasifica en cuatro grandes capítulos dedicados a las fortalezas del Jarama, el Henares, el Tajuña, el Tajo y finalmente el Señorío de Molina como un espacio de configuración neta en dos aspectos: el centro defensivo y señorial, y las fronteras frente a Aragón y a Castilla.
Describe el autor los treinta edificios más representativos del acervo castellológico guadalajareño, con su historia, su descripción y sus consejos para la visita. De todos pone fotografías del conjunto y de detalles, así como planos y croquis para reconocerlos.
Son muy interesantes las páginas centrales del libro, que a todo color muestras pequeños capítulos en los que se trata con especialidad los siguientes temas: Castillos mendocinos, castillos de obispos, castillos de moros, personajes en los castillos, detalles de la estructura de los castillos, el arte que contiene y finalmente un breve repaso a los grandes castillos desaparecidos.
Si de todos los capítulos hubiera que resalta uno, lo haríamos sin duda sobre el del Señorío de Molina, en el que se muestra la estructura defensiva y de poder de una institución medieval y fortísima, el Señorío de Molina de Aragón regido por sus magnates, los condes de Lara. Ellos levantaron algunos castillos en el corazón del territorio, para su habitación y defensa (Molina ciudad, Castilnuevo, Santiuste, Zafra) y otros en la periferia, como fronterizos baluartes de defensa (de los quedan algunos espectaculares, como Villel de Mesa, Embid, Cobeta o Fuentelsaz) y otros mínimos que son torres vigías oteando hacia Castilla, al Sur, o Aragón al Norte, sus enemigos sempiternos.
El libro es de fácil manejo, tamaño justo para la mochila o la guantera del coche, y su belleza y pulcritud de redacción lo hace imprescindible para conocer este asepcto del patrimonio de la provincia de Guadalajara. 

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