lunes, 28 de enero de 2013

Conocer el románico rural


Antonio Herrera Casado: El Románico de Guadalajara. Aache Ediciones. Guadalajara, 2009. 4ª edición. 208 páginas, numerosas ilustraciones, planos, croquis, alzados.

El arte de la Edad Media está plenamente identificado con el estilo románico, al menos en esta España interior y remota representada en la provincia de Guadalajara. La sencillez de sus construcciones, su abundancia (un centenar de edificios, la mayoría templos parroquiales) la riqueza de sus decoraciones, y la simplicidad de sus entornos, hacen que la llamada de esta antigua forma de construir sea siempre un reclamo de fuerza.
Muchos viajeros vienen a Guadalajara a conocer su arte románico. Y no les defraudará. Hay una docena de iglesias que aparecen en todos los circuitos, revistas, reportajes y repertorios generales. Ya sabemos que la catedral de Sigüenza es quizás el más solemne de sus ejemplos. Y luego esas iglesias remotas pero declaradas Monumento Nacional como son las parroquias de Pinilla de Jadraque, de Carabias, Sauca, Albendiego, Campisábalos, Santa María del Rey en Atienza, Santiago en Sigüenza, Santa Clara en Molina… sin embargo, la magia del románico alcarreño, serrano, molinés, está en sus pequeños templos, que hoy como ayer reúnen al teñido de su campana a una docena de vecinos.
Tras una campaña plausible de restauración, muchos atrios y espadañas se han salvado de una probable ruina; algunas galerías tapiadas han visto de nuevo la luz. Y nuevas interpretaciones se han vertido sobre conjuntos iconográficos que siempre estuvieron rendidos en el misterio.
Todo ello es lo que consigue este libro de Antonio Herrera Casado, que es sin duda su mejor conocedor y su más entusiasta defensor, desde hace muchas décadas. Con varias ediciones en su haber, siempre modificadas y actualizadas, este libro nos ofrece un estudio inicial que clasifica al románico de Guadalajara según las comarcas en que asienta, y que sirven para homogeneizar sus características.
Vemos así el románico de la Sierra Pela (con su ejemplo máximo en Albendiego, el templo de los mensajes templarios tallados en piedra), el amplio territorio influenciado por el rito y las normas de la diócesis de Sigüenza, el territorio ancho y calatravo de las Alcarrias, y finalmente la zona del Señorío de Molina, con sus claras influencias francesas.
De ese centenar de templos, el autor propone la visita por rutas, por zonas, con énfasis especial en sus formas, pero también en sus contenidos: una bibliografía sustancial y sobre todo unos buenos índices finales convierten a este libro en fundamental compañero de viaje para conocer y admirar en todo su perfil el románico de Guadalajara. 

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