Antonio Herrera Casado: Guía de campo de los castillos de
Guadalajara. Aache Ediciones. Guadalajara, 2007. 2ª edición. 192 páginas,
numerosas ilustraciones, planos, croquis, alzados.
La identifcación de Guadalajara y de buena parte de la
España interior está asegurada por las siluetas de sus castillos. Son la
expresión de una necesidad defensiva, en un mundo rudo y agresivo, pero son
también el ideal que los viajeros, los hombres de hoy, ponen en su memoria como
la visible fuerza de la Edad Media. Los castillos eran lugares de poder, de
fuerza, generadores de historia, de leyendas, de personajes rudos y de
sustanciosos giros de la historia.
En la provincia de Guadalajara, una más de las propiamente
castellanas, la estructura de poder en los siglos medievales estaba en torno al
feudalismo, le poder real, la fuerza de las elites. Las peleas que mutuamente
emprendían les hacía ser precavidos y guardar sus bienes, sus personas y sus
familias en continentes recios, pétreos, formidables: en los castillos.
Sus ruinas han llegado a nuestros días, y acompañados de la
historia de cada uno sus siluetas nos deslumbran, como nos apasiona recorrer
sus entresijos, bajar a sus mazmorras, subir hasta la fresca altura de sus
almenas. En Guadalajara quedan, al menos, treinta edificios medievales fuertes
y muy enteros. Más otros dos centenares más de restos visitables,
identificables, y un número alto de recuerdos de otros que fueron y ya no
existen.
El libro que comentamos, y que hemos leído de principio a
fin sin pestañear, es un intento de mostrarnos el valor histórico y la fuerza
patrimonial de los castillos que aún se alzan en los límites geográficos de
Guadalajara. El autor, que se los conoce bien, porque los ha visitado todo, los
ha estudiado y los ha dibujado, nos pinta en su Introducción un estudio de sus
formas y destinos. La división para su visita la hace en función de las cuencas
de los ríos, pues en definitva la función que cubrían estos edificios era la de
proteger pasos estratégicos junto a puentes y ríos. Así los clasifica en cuatro
grandes capítulos dedicados a las fortalezas del Jarama, el Henares, el Tajuña,
el Tajo y finalmente el Señorío de Molina como un espacio de configuración neta
en dos aspectos: el centro defensivo y señorial, y las fronteras frente a Aragón
y a Castilla.
Describe el autor los treinta edificios más representativos
del acervo castellológico guadalajareño, con su historia, su descripción y sus
consejos para la visita. De todos pone fotografías del conjunto y de detalles,
así como planos y croquis para reconocerlos.
Son muy interesantes las páginas centrales del libro, que a
todo color muestras pequeños capítulos en los que se trata con especialidad los
siguientes temas: Castillos mendocinos, castillos de obispos, castillos de
moros, personajes en los castillos, detalles de la estructura de los castillos,
el arte que contiene y finalmente un breve repaso a los grandes castillos
desaparecidos.
Si de todos los capítulos hubiera que resalta uno, lo
haríamos sin duda sobre el del Señorío de Molina, en el que se muestra la
estructura defensiva y de poder de una institución medieval y fortísima, el
Señorío de Molina de Aragón regido por sus magnates, los condes de Lara. Ellos
levantaron algunos castillos en el corazón del territorio, para su habitación y
defensa (Molina ciudad, Castilnuevo, Santiuste, Zafra) y otros en la periferia, como
fronterizos baluartes de defensa (de los quedan algunos espectaculares, como
Villel de Mesa, Embid, Cobeta o Fuentelsaz) y otros mínimos que son torres
vigías oteando hacia Castilla, al Sur, o Aragón al Norte, sus enemigos
sempiternos.
El libro es de fácil manejo, tamaño justo para
la mochila o la guantera del coche, y su belleza y pulcritud de redacción lo
hace imprescindible para conocer este asepcto del patrimonio de la provincia de
Guadalajara.
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