López López,
Alejandro, Esteban Lorente, Juan Carlos, Sanz Martínez, Diego: “Alustante, pasoa paso”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2012. Colección “Tierra de Guadalajara”
nº 84. 248 páginas, muchas ilustraciones.
Forma parte este libro,
como número 84, de la colección“Tierra
de Guadalajara” de la editorial alcarreña AACHE Ediciones. Tiene 248
páginas y numerosísimas fotografías, planos y cuadros, de tal manera que ya
visualmente es un gozo contemplarle, pero además reúne en su interior la
información que le aportan sus tres autores: Juan Carlos Esteban (la
Historia), Diego Sanz Martínez (el Patrimonio) y Alejandro LópezLópez (el Medio Ambiente). El prólogo se lo pone don José Lisón Arcal.
Se completa con la imprescindible bibliografía, listados de topónimos,
referencias a personajes, a lugares de interés en la Naturaleza del municipio,
excursiones por la zona, y, sobre todo, una información entrañable que recoge
el ser y el estar de este pueblo de tan larga tradición y acusadas
características del Señorío de Molina.
A los autores de
este libro, que son estos tres beneméritos alustantinos, se les ocurrió hace
algún tiempo de unir sus fuerzas, y sus saberes, para dar el fruto de un libro completo,
meditado, trabajado, bien hecho. El empeño inicial era el de recoger todo
cuanto se sabe sobre Alustante, y ponerlo bien ordenado, y medido, en poco más
de 250 páginas. Con muchas imágenes, antiguos grabados, visiones actuales,
recuerdos de siempre.
Repartido el
trabajo, Esteban Lorente se encargaría de la historia del lugar. No toda,
porque es mucha, y a ratos aburrida. Solamente aquello que en el transcurso de
los siglos ha brillado y ha dado sentido al caminar de sus gentes. Sanz
Martínez nos hablaría del patrimonio local, desde sus paisajes, a sus fiestas,
pasando por el arte y el urbanismo. Y el profesor López, sabio en otros
menesteres relacionados con el medio ambiente, y el turismo, nos daría su
visión de Alustante desde esas perspectivas. Los bosques, las aguas, las rutas,
los hablares, la esencia cultural de un pueblo y una tierra que tiene un latido
propio. Que lo ha tenido siempre.
La historia de
Alustante
Siempre fue
incierto el futuro. Es su razón de ser. Durante siglos, el futuro de Alustante
fue saludable, porque la población crecía, la gente producía, los campos daban
su fruto, y unos y otros se hacían más y mejores. Desde los años centrales del
pasado siglo, tras una Guerra Civil que cambió para siempre el país, la
diáspora abdujo a más de la mitad de los habitantes de Alustante hacia otras
tierras: a Valencia sobre todo, y a Barcelona, y a Madrid… pero con mejores
carreteras y un pueblo bien cuidado la cosa se estabilizó hasta que hoy una
nueva amenaza se cierne sobre el pueblo: nos lo contaba en estas páginas la
semana pasada el profesor López: pueden cerrarse las escuelas de los pequeños
lugares en nuestra provincia, y a Alustante, como a todos, eso le supondría un
nuevo empujón hacia la despoblación.
Pero con el
futuro incierto se alinea el pasado seguro. Desde un antiquísimo poblado
celtbérico a ser población de ganaderos adinerados, de comerciantes y
agricultores que basaron su vida en el diálogo productivo con la tierra en la
que asientan. Esa es la historia de Alustante. El camino desde Valencia a
Burgos, el que de Albarracín conduce a Molina, pasaba por la población, y eso
le dió siempre vida, porque se llegaba o se partía de él con facilidad, hacia
lugares de más alto tronío. Aquí había aduana (puerto seco de Castilla) y por
aquí anduvo sin duda el Cid y su familia. Una historia que da para pocos
titulares más, pero que fue en línea recta, hacia delante, hasta nuestros días,
en que esperemos no se pare.
El patrimonio de Alustante
La nutrida
representación del arte y de la vida tiene en Alustante muchas páginas escritas
y muchos espacios en qué leerlas. El patrimonio no es aquello que heredamos de
nuestros mayores (que también lo es) sino fundamentalmente aquello que legamos
a nuestros sucesores. De ahí el respeto que debemos tener por él, porque no es
nuestro, somos solamente sus administradores temporales.
Denso y hermoso
es el patrimonio de Alustante. Si lo miramos desde el punto de vista
estructural, el pueblo y sus edificios forman un conjunto armónico creado a lo
largo de siglos, con muchos cambios pero también con muchos elementos que
perviven de tiempos antiguos. Así sus casas grandes, entre las que destacan los
llamados “palacios” de los Lahoz, de la tía Angela, de los Eusebietes y de los
Magras, etc. Entre ellos, muchas casonas y caserones, levantados con la firmeza
que les da la piedra rodena, sus dinteles tallados, algunos escudos, muchos
símbolos cristianos, ganaderos, personales. Se está, además, recuperando poco a
poco la antigua forma de hacer. El empeño del actual Ayuntamiento es ir
recuperando un perfil propio, el que tuvo y no debió perder. Menos muros
encalados y más firmeza sillar.
En el arte, hay
cosas espléndidas. No uno sino varios artículos merecería la iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Asunción, lugar donde a lo largo de los siglos se
concentró, -con el dinero-, la exuberancia artística. Del templo hay que
destacar, además de su solemne espacio, la torre y su escalera de caracol que
es emblema (forma parte del escudo heráldico) del lugar. También el retablo
mayor, que hace pocos años recibió una limpieza y restauración que le ha dejado
brillante, espléndido: un conjunto de imágenes, arquitecturas alzadas y
simbología que le convierten en espectacular muestrario del barroco inicial.
Entre otras cosas, merece verse el grupo de La última Cena que aparece tallado
en madera policromada dentro del sagrario. El exuberante conjunto está firmado,
o registrado a nombre de sus autores, que fueron a comienzos del siglo XVII
Teodosio Pérez, Juan de Pinilla y Pedro Castillejo.
En la iglesia
destacan, hay que citarlos, los retablos de la Virgen de la Natividad y el del
Cristo de las Lluvias, pero tampoco se quedan atrás las tallas de Cristo
Nazareno con la Cruz a cuestas, y el Ecce Homo. Todas ellas tallas barrocas que
junto a la de origen románico, Virgen de Cirujeda, forman un conjunto
escultórico de primera magnitud. Si a eso le añadimos la impresionante cruz
procesional, de plata sobredorada, que a mediados del siglo XVI construyó el
artífice orfebre seguntino Gerónimo de Covarrubias, creo que el conjunto supone
un verdadero museo que merece visitar alguna vez en la vida, de la mano de
alguien que entienda.
Y es Diego Sanz
Martínez, en este completo capítulo del patrimonio, quien demuestra ser quien
lo entiende: además de la referencia a todas las ermitas del término (la de la
Soledad, la de San Roque, la del Pilar, la de San Sebastián y la de Cirujeda)
suma la descripción de sus molinos, entre ellos el de viento, recién
restaurado, una curiosidad de tinte manchego en lo alto del Señorío molinés.
La Casa Lugar es
otro de esos monumentos que merece la pena visitar. Antiguo caserón comunal,
sirvió para todo: como tienda, lugar de juegos, de reuniones del concejo, de
salón de baile, de escuela… hoy es sede del Ayuntamiento, y se ha restaurado
meritoriamente, con el aire espléndido de los edificios comunales de tradición
aragonesa. Por Alustante y sus alrededores surgen aún fuentes y abrevaderos, y
en Motos los restos de un viejo castillo, el que levantara en la Edad Media su
temido señor don Alvaro de Hita. Siempre en el horizonte, la querida
ermita/santuario de Nuestra Señora del Tremedal, atalaya desde la que se divisa
buena parte del Señorío molinés y las tierras de Albarracín, aquí hermanadas.
Y aún recoge Sanz
ese otro patrimonio que es el ambiental, los campos y los montes, los ríos y
los prados (las Eras, el Calvario, los Quemados y el Carrascal) en que
discurrió durante siglos la vida de los alustantinos, más la referencia somera
a sus fiestas y celebraciones… un manantial hondo de saberes, anécdotas y
sorpresas.
El medio ambiente
de Alustante
Polimorfo,
extenso, con aire de jota y frescor de andares, el tercero y último capítulo de
este libro sobre Alustante (su último paso para conocerlo en totalidad) es el
que escribe el profesor López López. En él nos cuenta lo mucho que hay que
saber de ecosistemas naturales, de pinares y dolinas, de sabinas rastreras y
parques naturales como el del Alto Tajo, una parte del cual se encuentra en
término de Alustante.
De tal repertorio
de saberes, yo entresacaría el relativo a los personajes de Alustante, tantos y
tan variados a lo largo de la historia (los engloba en otro subcapítulo que
viene a ser “alustantinos por el mundo”), y allega el saber secular del
lenguaje para darnos listados de apodos, de topónimos y de palabras originales
del pueblo. Un trabajo largo, dedicado, meticuloso. Creo que no puede pedirse
más y que este “Alustante paso a paso ha de servir de referencia para lo que un
libro de información y saber local debe tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario