Almazán de
Gracia, Angel: “Guía Templaria de Guadalajara”. Aache Ediciones. Guadalajara,
2012. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 83. 208 páginas. Planos e
ilustraciones. 15 Euros.
Un libro capital para conocer Guadalajara
La “Guía Templaria de
Guadalajara”, está escrito por Angel Almazán de
Gracia, y editado por AACHE como
número 83 de su Colección “Tierra
de Guadalajara”. Tiene 208 páginas y muchísimas ilustraciones.
En este libro se
hace un repaso a las huellas que han quedado en Guadalajara de los Caballeros
de la Orden del Temple. En forma de edificios, de leyendas, de cruces grabadas,
o de toponimias, la memoria de estos caballeros medievales es amplia por
pueblos y montañas, por descampados y castillos.
En esta obra,
además de la historia y la leyenda, se trata el tema del esoterismo templario,
sus conexiones con el pensamiento secreto sufí y la kábalah hebrea, así como
las formas en que los caballeros protectores del Templo de Salomón
establecieron una estructura de poder y jerarquía.
Especialmente
interesante resulta el estudio que hace el autor en torno a los símbolos o
mandalas que pueden verse en los ventanales de las iglesias románicas de
Albendiego, Campisábalos y Villacadima.
El autor, Angel Almazán de Gracia
Para esta tarea
tan difícil (el análisis del saber esotérico medieval) hay que escoger a
algunos de los escasos estudiosos que dominan el tema, normalmente recluidos en
sus estudios, en sus archivos, aislados en sus cavilaciones, y ponerles tarea:
eso es lo que ha hecho la editorial que ha promovido este libro, escogiendo a
Angel Almazán para tan difícil tarea, que él ha cumplido a la perfección.
Solo había una
persona en España capaz de acometer esta tarea, en este momento. Estudioso dela
Edad Mediaen Castilla, y muy especialmente en la tierra soriana de en torno al
Duero inicial, Angel Almazán de Gracia es actualmente la mejor referencia en
todo lo relativo al Temple en España, y sobre todo a sus conexiones con la
espiritualidad y el saber esotérico de los grupos escogidos de árabes, judíos y
cristianos que en las primeras centurias del segundo milenio se dedicaron, en
el silencio de sus estudios, en las altas estancias de sus castillos o en los
gabinetes abrigados de sus cubículos secretos, a “imaginalizar” la Divinidad y
el Hombre Perfecto a través del simbolismo numérico y su urdimbre geométrica,
complementándolo con un logos poético y, en definitiva, el milagro de
transformar lo psicosomático y sensorial en espíritu supraformal y metafísico.
Va de templarios
Hace solamente
unos días, entre el 22 de marzo y el 3 de abril de 2012, se han cumplido
exactamente los siete siglos de la
disolución de la Orden de los Caballeros del Temple. Un instituto
nacido de una época singular, pretérita y extraña a nuestros ojos. Pero real.
El inicio del segundo milenio registró un ímpetu en la intención europea de
conquistar y dominar el Próximo Oriente, en sus lugares de memoria bíblica.
Como siempre, en toda historia, había intereses económicos de por medio (abrir
y dejar cómodos los caminos hacia la India y su comercio) pintados de
sublimidades espirituales.
Los templarios,
los caballeros mitad monje-mitad soldado que constituyeron la Orden de
Caballería del Templo de Salomón, ejercieron de todo ello: de protectores del
comercio, de guardianes estratégicos, de pensadores y elucubradores. Su poder
molestó en más altas esferas y fueron suprimidos. En Francia, incluso,
eliminados físicamente.
Los templarios por Guadalajara
El sábado 12 de
mayo del 2012 se presentó en la Feria del Libro del parque de la Concordia el
libro que ha escrito Angel Almazán de
Gracia sobre estos caballeros: sus fundamentos y esencias, las fechas
y los hechos, las suposiciones, los símbolos y su uso… y todo ello localizado
en las tierras de Guadalajara. En el montículo donde asienta el que fuera
monasterio de San Francisco, en la villa castillera de Torija, en el Alto Tajo
por el Hundido de Armallones, en la ermita del Madroñal de Auñón, en Peñalver,
en Albendiego y su esotérica ermita de Santa Coloma…. En muchos lugares de
nuestra tierra quedó la huella
de los templarios, real y permanente. Almazán la busca, y encuentra muchas
de esas huellas.
Un prólogo al viaje templario por
Guadalajara
Desde que en
plena Edad Media, hace de esto exactamente setecientos años, el Papa Clemente V
dictara la disolución de la Orden de los Caballeros Templarios, y por entonces
la [in]justicia del rey Felipe de Francia acabara con los bienes y las vidas de
sus miembros, mucha gente ha seguido interesada en conocer los por qués de
aquella historia, la de esos hombres que, llevados de un apasionado deseo de
recuperar Tierra Santa para los cristianos de Occidente, crearon primero una
estructura jurídica en forma de asociación de varones que debían ser, a la par,
monjes y guerreros, y luego construyeron un complejo sistema de jerarquías,
atesorando riquezas, administrando cuantiosos bienes y posesiones y, finalmente,
en un arcano que nunca se ha llegado a conocer del todo, se sintieron
depositarios y administradores de unos conocimientos que perseguían fundir la
esencia humana con la divina, a través de mil maneras diversas: los números,
las letras, los ritos, los símbolos, las interpretaciones…
De aquella suma
de saberes, públicos y silentes. Y de aquel monumental acopio de poderes,
territoriales, jurisdiccionales, eclesiásticos y estratégicos, surgió una
organización que quedó en la mente de las gentes de su época, y aún mucho más
allá, casi en el inconsciente colectivo, como el paradigma de la sociedad
secreta y todopoderosa capaz de gobernar el mundo. Ese miedo de la Humanidad a
ser dirigida por unos pocos que se reúnen en secreto, se aplicó a la Orden del
Temple, y a través de otros intereses que afectaban a los poderosos de su
tiempo, se urdieron conspiraciones que acabaron con su disolución, y el
exterminio de su Gran Maestre y diversos cofrades franceses.
La Orden del
Temple, y sus miembros los caballeros templarios, han sido, por tanto, un tema
de estudio, de búsqueda y de controversia que ha llegado, sin apenas pausas,
hasta hoy mismo. Apasionados en la búsqueda de sus huellas, de sus documentos,
de sus edificios, y aún más, de sus saberes y sus metafísicas, muchos
investigadores han pasado la vida. Y hoy todavía es este tema que sugiere
preguntas, que alienta viajes y promueve búsquedas.
Los elementos
fundamentales del templarismo en Guadalajara son aquellos que tienen alguna
base documental (mínima en el caso de Torija, muy de pasada en el de
Guadalajara, legendaria en la mayoría de los otros casos, como Albares,
Albalate, Peñalver, Santo Alto Rey…) y esos otros que se fundamentan en
evidencias artísticas, especialmente Albendiego y Campisábalos. Los rastros que
antiguos historiadores dejaron en sus libros, y la evidencia de símbolos que
aparecen todavía en iglesias de nuestra serranía, son más elocuentes que la
inexistencia absoluta de documentos. Sobre ellos, sobre la memoria incierta, la
tradición popular, y el sorprendente hallazgo de cruces y símbolos tallados, es
sobre lo que se ha trabajado para construir esta “Guía Templaria de
Guadalajara” que me ha cabido el honor de prologar.
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