Diego Sánchez Portocarrero: “Antigüedad del Noble y Muy Leal Señorío de Molina”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2007. Colección
de facsímiles históricos. 308 páginas. 17 x 24 cms., encuadernación en tela.
ISBN 978-84-96236-94-3
Edición facsímil de la Historia de Molina
escrita por Sánchez Portocarrero en el siglo XVII. Realizada con motivo del
cuarto centenario del nacimiento del autor. El libro se presentó en la iglesia
de Santa María del Conde, de Molina de Aragón, en un acto que exaltó su
memoria, con la intervención del cronista provincial de Guadalajara, profesor
Dr. A. Herrera Casado, y del alcalde de la ciudad de Molina, prof. P. Herranz Hernández
Un inicial recuerdo al autor, Sánchez
Portocarrero
Nació don Diego
Lorenzo Sánchez Portocarrero y de la Muela, en Molina de Aragón, en 1607, y
fue bautizado en la parroquia de Santa María del Conde, exactamente el 4 de
abril de ese mismo año, según constaba en la correspondiente partida del libro
de bautizados de esta parroquia que abarca del año 1594 a 1724, firmada por el
licenciado Arrieta. Su linaje vivió en Molina desde la Edad Media, pues ya en
el siglo XIV fue alcaide de sus castillos un tal Fernán González Portocarrero,
nieto de Martín Pérez Portocarrero, que murió guerreando al servicio del rey
Sancho IV de Castilla.
Los Portocarrero
probaron su nobleza numerosas veces en las Órdenes de Santiago, Calatrava,
Alcántara y San Juan de Jerusalén, según puede verse en los documentos
conservados en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada. La casa de
los ancestros de don Diego Sánchez Portocarrero debía estar en la colación de
la parroquia de San Martín, considerada como el templo más antiguo de la ciudad
del río Gallo. Tenía Portocarrero una heredad llamada Canta el Gallo, junto
a este río. A lo largo del manuscrito de la inédita segunda parte de su
“Historia de Molina”, don Diego menciona varias veces su habitual residencia en
la localidad molinesa de Hinojosa, en la casa que había sido de sus abuelos. No
se sabe en qué edificio residiera, pero sí que pasaba allí largas temporadas,
escribiendo, y explorando el terreno en torno, especialmente el cerro “Cabezo
del Cid” que preside el término, donde él mismo encontró numerosos restos y
piezas arqueológicas que, en forma de cascos, frenos de caballo y armas varias
de hierro, pensó que se trataban de elementos abandonados por el ejército del
Cid Campeador cuando por allí pasara camino de Valencia, pero que en realidad
eran piezas de la época celtíbera, abundantes en el castro que realmente había
sido aquel alto cerro.
En las pruebas
que aportó para solicitar el hábito de la Orden de Santiago, dijo ser hijo
legítimo de don Francisco Sánchez Portocarrero, también regidor perpetuo de
Molina, y de doña María de la Muela; nieto por línea paterna del doctor Lorenzo
Sánchez Portocarrero y de Gregoria de la Muela, y por la materna de don
Salvador de la Muela y de doña Teresa Fernández Díaz, cristianos viejos de
limpia prosapia, residentes en Molina.
Aunque los hijos
de hidalgos y mayorazgos cursaban, por lo general en el siglo XVII, estudios en
Calatayud, Daroca, Sigüenza o Alcalá, no hay rastro de que en tales poblaciones
fuera alumno de ningún Centro el joven Diego Sánchez Portocarrero. Ante esta
ausencia de referencias documentales, el académico de la Historia y Cronista
Provincial don Juan Catalina García López, opta por decir en su “Biblioteca de
Escritores de la Provincia de Guadalajara» (Madrid, 1898), que «no parece que
don Diego estudiase carrera alguna, lo que no fue parte a impedir sus grandes
aficiones a las Letras, de que tan claro talento dio; antes bien, como hidalgo
y regidor de Molina, parecía llamado a las armas o al menos a mandar la gente
de guerra de su pueblo».
Hay que colegir
de ello que fue autodidacta, lector constante de libros, de cuantos legajos o
manuscritos cayeron en sus manos, anotando cuidadosamente cuanto de interés le
contaban letrados y ancianos en relación con el Señorío de Molina. Su curiosidad
desde muy joven por todo lo molinés es bien patente, insaciable desde los años
mozos, pues de otra manera no le hubiera sido posible reunir tantos materiales,
según veremos al tratar de su producción literaria en muy diversos aspectos. Es
por ello que puede afirmarse que don Diego no estudió carrera universitaria
alguna. Ni en los archivos de Alcalá ni en los de Sigüenza se encuentra la
menor huella de su paso por las aulas del siglo XVII. De ahí se colige
que esa vida silenciosa, de estudio y meditación, aportó con espontaneidad en
la edad adulta unos valores y calidades del mejor cuño literario.
Don Diego casó en
primeras nupcias con María Muñoz de Dos Ramas Nidamiy, y en segundas con Ana
Gerónima de Salcedo y Velasco, hija legítima de don Roque de Salcedo y doña Ana
Martínez de Velasco, vecinos de la villa de Pozuela, quedando viudo de ésta
última el año 1664. De ninguna tuvo descendencia. En 1663, algún tipo de
enfermedad padecido por doña Gerónima, y viendo cercano su final, la llevó a
otorgar testamento en la ciudad de Trujillo. El año de 1665, ya viudo, casaría
con Antonia María de Escobar y Obando Sotomayor y Chaves, hija de los señores
don Alvaro Rodríguez de Escobar, caballero de la orden de Alcántara, regidor
de la ciudad de Trujillo, y de doña Teresa de Obando. Con ella tuvo como
descendientes a Francisco José Sánchez Portocarrero, heredero en su mayorazgo,
y que fallecería poco antes del mes de septiembre de 1695, y un segundo hijo
que nació, ya muerto don Diego, en 1666 del que no queda rastro alguno a la
muerte de su hermano, por dejar como heredero único y universal de todos los
bienes a Bartolomé Malo de Mendoza.
Su esposa quedó
como albacea de su hacienda, junto al caballero calatravo don Gonzalo de Chaves
y Orellana, Gobernador de Almagro y su distrito, el licenciado Francisco
Caballero, Vicario de la villa de Fuentes en la Alcarria, y don Jerónimo Arias
de la Muela, su pariente, natural de Molina de Aragón.
La obra, Antigüedad del Noble Señorío de Molina
La mejor forma de
celebrar el centenario de un escritor, es, por supuesto leer sus obras. De ahí
que con la colaboración del Ayuntamiento de la Ciudad de Molina, la Librería
Anticuaria Cortés de El Escorial, y la editorial AACHE de Guadalajara, se haya
alcanzado este objetivo: el de brindar al público la posibilidad de leer,
incluso de tener en su biblioteca, un ejemplar del libro más principal que
Sánchez de Portocarrero escribiera. En formato facsímil de su primera edición,
la “Antigüedaddel Noble y Muy Leal Señorío de Molina” ofrece la parte inicial de la
gran obra escrita por Sánchez Portocarrero en la que narra la historia del
territorio en que naciera y viviera casi toda su vida.
Debe saberse que
este historiador barroco pasó la vida reuniendo datos, tomando apuntes, y desarrollando
con el mejor orden que pudo, la historia entera de la tierra molinesa. Su
acúmulo de papeles, manuscritos, documentos y memorias debió ser enorme y hoy
se considera perdida. Pero lo que sí se sabe es que terminó, o al menos
desarrolló de forma bien estructurada, una gran historia molinesa que sin
embargo no pudo llegar a darse completa a la imprenta, principalmente por el
costo económico de la operación, que no fue capaz de asumir ni el autor, ni el
Concejo molinés, ni editor alguno.
Todavía joven,
hacia 1640, tenía ya reunida tal cantidad de datos, especialmente eruditas
anotaciones tomadas de los clásicos y no demasiado fiables cronicones, que se
animó a dar a luz y poner en imprenta su Primera Parte de la Historia
de Molina. Era entonces regidor de la villa y su tierra, y capitán de sus
gentes de armas. Vivía a caballo entre Molina e Hinojosa, y llevaba una
existencia plácida de lecturas, paseos y escritos. Aunque no desesperaba de ver
entera puesta en papel impreso su gran obra, decidió empezar a propagar su
sabiduría mediante este libro, que finalmente salió a luz, impreso, en tamaño
octavo, en 1641, gracias al impresor Diego García de la Carrera, de Madrid.
Con un preámbulo
de Sánchez Portocarrero titulado “A los que leen” se inicia el libro. Entre
otras cosas, nos dice que “El lenguaje he procurado que sea el más propio de a
Historia, con mayor atención a la claridad de la narración que a la alteza de
las palabras”. Y tras ello, ya como portada de la obra, el texto que sigue,
definitorio de lo que pretende: “Antigüedad del Noble y Muy Leal Señorío de
Molina, título de los Reyes de Castilla con la lista Real de los Príncipes y
Reyes sus Señores. Que escribió don Diego Sanchez Portocarrero, su regidor
perpetuo, capitán y caudillo de sus Gentes de Guerra Antiguo, por su Majestad
Católica”.
El libro está
presidido por una bella portada que es un grabado sobre plancha de cobre, con
ilustraciones y una tipografía muy característica del siglo XVII, de gran
belleza, creatividad y ostentación. La portada está presidida por un escudo
perteneciente a don Diego de Castrejón y Fonseca, obispo de Lugo, por lo que va
timbrado con los símbolos de la dignidad episcopal, y la leyenda utroque
gladio (con una y otra espada); debajo aparece otro escudo, el del cabildo
eclesiástico molinés, de forma ovalada, con un jarrón de dos asas curvas del
que surgen tres azucenas, y rodeado de la leyenda: sicut lilium, alusivo a
persona o cosa especialmente calificada por su pureza o blancura.
También ofrece
esta portada grabado el escudo del Señorío de Molina, timbrado de corona ducal,
con un brazo armado sosteniendo entre los dedos índice y pulgar un anillo de
oro, símbolo de la llamada “Concordia de Zafra” (1222), por la que el Señorío
quedaba ligado ya para siempre a la corona de Castilla. Añade otra leyenda, que
dice: Brachium Domini confortavit me (el brazo del Señor me ha
consolado) y a su lado aparece aún otro escudo, este el de la ciudad de Molina,
de corona sencilla, partido en dos, con una rueda de molino en cada una de sus
partes, y la leyenda: Contrivit fines forum (el foro ha roto los
límites), que se nos hace difícil de interpretar, y en la que quizás Sánchez
Portocarrero quiso sintetizar lo que la villa de Molina en ese momento representaba
para su entorno, y es que como la rueda del molino rompe los granos que la
rodean, así hizo Molina a los que se la opusieron, en tiempos antiguos, y según
leyendas. El mismo Sánchez Portocarrero así lo explica: “son… las ruedas el
valor y la constancia con que quebrantó Molina a los que se le opusieron o la
invadieron, como suele la rueda de molino con los granos que intentan cercarla,
o impedir su progreso por lo qual puse yo por mote deste escudo en la primera
parte desta Historia”.
El libro que
viene a continuación, denso y un tanto árido para el lector del siglo XXI,
tiene un indudable gancho para cuantos gustan de analizar la historia, los
viejos tratados, las fuentes originales. A lo largo de sus muchos capítulos,
hasta totalizar las casi 350 páginas de la obra, Sánchez Portocarrero nos da
noticias de la creación de la ciudad, en tiempos antiguos, y de los señores que
tuvo, principiando por don Manrique de Lara, y acabando en Felipe IV, rey que
ciñe en esos momentos la corona del más poderoso país del mundo, a la sazón
(España).
Un lenguaje
sonoro y rebuscado, para contar con él mil y una noticias novedosas y
fundamentales para entender la evolución histórica del Señorío de Molina,
apareciendo referencias a sus espacios arqueológicos, accidentes geográficos,
personajes y batallas. Una maravilla de libro que, gracias al empuje del
Ayuntamiento de Molina, ha conseguido salvar la inercia de los siglos, y ahora,
justo cuatro siglos después del nacimiento de su autor, verse impreso y en las
manos de cuantos gustan saber más y en profundidad de su tierra natal, esa
imperecedera Tierra Molina que tantos llevamos en el corazón.
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