Ignacio Calvo: "Historia Domini Quijoti Manchegui". Aache Ediciones. Guadalajara, 1999. Colección "Letras Mayúsculas" nº 3. 192 páginas. Es la traducción del Quijote al latín macarrónico.
¿El Quijote Calvo? Aunque se han hecho muchas elucubraciones (teóricamente, pueden ser infinitas) del aspecto del héroe manchego, nadie se ha preocupado por la cantidad de pelos que tuviera en su cabeza. Hoy vamos a recordar al Quijote-Calvo, pero no porque fuera imposible peinarle a causa de su alopecia, sino porque vamos a rememorar la versión del Quijote escrita por uno de Horche, concretamente don Ignacio Calvo...
En
este año del Centenario del Quijote, la provincia de Guadalajara puede ofrecer
un nuevo giro en esta danza de las efemérides, porque ahora se cumple también,
con exactitud precisa, el centenario de la publicación de una de las más
famosas y universales réplicas de la obra de Cervantes. Se trata, en concreto,
de la “Historia Domini Quijoti Manchegui”, que escribió un alcarreño, don Ignacio Calvo Sánchez,
y la publicó por primera vez en 1905, precisamente en la ocasión de
conmemorarse el tercer Centenario del Quijote.
En
este fin de semana en el que ya entramos, el que contiene el 23 de abril que
por ser la fecha del fallecimiento de Miguel Cervantes, ha sido universalmente
declarado “Día del Libro”, la obra novelesca más leída y traducida de todos los
tiempos tiene su obligada memoria por parte de quienes amamos los libros, y los
leemos.
La
aventura de Don Quijote y Sancho que escribiera en el siglo XVI don Miguel de
Cervantes Saavedra ha dado para mucho. Para tanto, que quizás sea este, El
Quijote, el libro más veces editado, y a más idiomas traducido, después de la Biblia. Aplaudido ,
releído, interpretado, el arquetipo que en don Quijote y Sancho se pinta vale
en cualquier parte del mundo. Y así ha ocurrido que personas de todas las
naciones, razas y épocas le han leído con admiración, y se han reído con sus
aventuras.
El Quijote en clave alcarreña
Algunos
analistas han dicho que el Don Quijote hubiera sido en principio llamado
"de la Alcarria" por Cervantes, por ser esta la comarca castellana en
la que el autor nació, y mejor conocía. No es de extrañar que tenga la Alcarria
un cierto marchamo sobre el libro máximo de las letras españolas, y así es
incluso explicable que fuera un autor alcarreño, don Ignacio Calvo Sánchez,
natural de Horche, quien acometiera la tarea humorística y erudita a un mismo
tiempo, de traducir el Quijote al latín macarrónico, una verdadera joya
de la interpretación cervantista, que durante el último siglo ha levantado
carcajadas y entusiasmos, y sus variadas ediciones han sido pasto de los
coleccionistas.
Tiene
esta obra, firmada por el cura alcarreño, por título esta inicial humorada: “Historia Domini Quijoti
Manchegui, traducta in latinem macarronicum per Ignatium Calvum, curam misae et
ollae”. La idea de escribirla nació de la forma más sencilla:
tal como nos cuenta el propio autor, siendo estudiante en el Seminario de
Toledo, allá por los últimos años del siglo XIX, el exceso de socarronería del
alcarreño le acarreó algunos castigos. Uno de ellos, especialmente severo
aunque común entre la tropa aspirante a cura, era la traducir al latín algún capítulo
de una obra clásica famosa. A Calvo Sánchez le fue asignado traducir, de un día
para otro, el primer capítulo del Quijote, en latín. Ni él era ducho en el
idioma del Lacio, ni su juventud estaba para muchas erudiciones. Así es que lo
tradujo en un latín que se parecía poco, si acaso por el forro, al de Ovidio. Y
salió algo que hizo exclamar al rector del Seminario: “Sufficit, Calve, jam
habes garbanzus aseguratum”.
Ello
le animó a poner todo el Quijote en esa mezcla ridícula y graciosa de latín a
medias, el “latín macarrónico”
que se dice. Y con ocasión del tercer Centenario del Quijote, en 1905, se
editó, agotándose en poco tiempo, lo mismo que pasó con una segunda y aún una
tercera edición. La cuarta edición llegó hace pocos años de la mano de la Asociación Cultural
“Fray Juan Talamanco” de Horche, y de la editorial AACHE de
Guadalajara. Un libro que era carne de librero anticuario, y muchos suspiraban
por tener un ejemplar entre sus manos, cuajó de nuevo en una edición pulcra, en
todo fiel a las anteriores ediciones, incluso con sus dibujos y prólogos,
siendo aplaudida por muchos que, en su juventud, se rieron con ganas de las
salidas espléndidas y humorísticas de don Ignacio Calvo.
El autor, don Ignacio Calvo
En una biografía amplia y documentada, Juan Luis Francos Brea
nos presenta la figura de este horchano que fue sabio arqueólogo, y divertido
humanista. En 1997 publicó, a costa de la ya mencionada Asociación Cultural
“Fray Juan Talamanco”, una biografía comentada, aumentada, enriquecida de
grabados, datos dispersos, anécdotas y textos, en la que se presenta, redivivo,
a uno de esos personajes alcarreños que parecieron perder su huella, tras
haberla tenido espléndida, en el silencio de los tiempos idos. Acomete la obra
el estudio de una vida, la del horchano Ignacio Calvo y Sánchez, un
polifacético y curioso individuo que, como uno de esos humanistas del Renacimiento,
todo lo querían saber, todo lo buscaban y todo lo tenían, siempre, guardado en
su corazón.
De
la vida de Calvo, joven inteligente, estudioso acelerado, viajero por el mundo,
cura párroco de Alhóndiga a comienzos del siglo XX, y un sin fin más de
calificativos, está dicho todo en ese libro. No es cuestión de resumirlo. Sí
quiero aquí recordar su paso por la cátedra (Física y Arqueología Sagrada en el
Seminario de Toledo) por la Biblioteca (bibliotecario en la Universitaria de
Salamanca) por el Museo
(conservador de la sección de Numismática del Museo Arqueológico Nacional) y
por la Academia (fue nombrado Académico Correspondiente de la Real de
Historia).
De
su actividad investigadora, su cultura bibliográfica, su entusiasmo
arqueológico, sus ansias de hacer partícipes a los demás de cuanto sabía y
encontraba, también se da cumplida cuenta en las páginas de esta biografía de
Francos, quien ha realizado un meritorio esfuerzo recopilativo, dándonos
completa la vida y la obra de este personaje que merecía (merecerá siempre) ser
recordado.
Además de su
conocida versión del Quijote, hay que reseñar sus profundas investigaciones
sobre arqueología, la gran colección que llegó a reunir de piezas antiguas,
estatuas, cerámicas, y sobre todo monedas, tema en el que era un experto
considerado internacionalmente.
Algunas frases
Para quien aún no
sepa exactamente a qué nos referimos cuando hablamos de la existencia de este
libro, el Quijote traducido al latín macarrónico, del que con estas líneas
celebramos su centenario, puesto que nadie más se va a gastar un euro en esta
otra efemérides, pueden valer algunas de las frases que aquí y allí van
salpicando la obra.
Veamos la primera, la que inicia y encabeza el mismo libro,
el Capítulo Primero, cuyo rumor en castellano hoy lo cantan hasta los niños
pequeños: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...” lo
traduce así Calvo Sánchez:
In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo
calentare cascos, vivebat facit paucum tempus, quidam fidalgus de his qui
habent lanzam in astillerum, adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum,
qui currebat sicut ánima quae llevatur a diábolo. Manducatoria sua consistebat
in unam ollam cum pizca más ex vaca quam ex carnero, et in unum ágilis-mógilis
qui llamabatur salpiconem, qui erat cena ordinaria, exceptis diebus de viernes
quae cambiabatur in lentéjibus et diebus dominguis in quibus talis homo
chupabatur unum palominum. In isto consumebat tertiam partem suae haciendae, et
restum consumebatur in trajis decorosis sicut sayus de velarte, calzae de
velludo, pantufli et alia vestimenta que non veniut ad cassum.
Es, en definitiva, un lenguaje que recuerda al latín,
a los poco entendidos, pero que cualquiera que lo haya estudiado, aunque no
pasara del tercero de bachillerato, y con el suficiente sentido del humor como
para reírse de uno mismo, puede obtener su significado sazonado de alegrías.
Ahora leemos el final que Calvo nos entrega del capítulo sexto, aquel en que,
de regreso de su primera salida, el ama con la sobrina, y el cura con el
barbero, hacen en la biblioteca del hidalgo el famoso “escrutinio”:
Qui traducit hoc capítulum etiam opinat omnes libros
istos de quibus lóquimur, debent quemari et per sua parte quemantur; et ita
ahorratur engorrosam latam bibliográficam, quae solùm importaret paucis
bibliotecariis et archiveris, qui, in sentire de mea portera, sunt tan chiflati
quantùm dóminus Quijotus.
Otro momento supremo de la novela
cervantina es el del encuentro de Don Quijote con unos molinos manchegos a los
que él cree ver como gigantes, y lucha contra ellos, cayendo finalmente
derribado y destrozado por el fuerte empuje, sin alma, de sus aspas. Así nos lo
cuenta don Ignacio:
Et dicendo
hoc et se comendando suae dóminae Dulcineae, arremetivit cum lanza in ristre,
et ad totum galopem Rocinantis, embestivit cum primo molino, dando lanzazum in
una aspa quae volvit se, et rumpendo lanza, envolvit caballum et caballerum, et
fecit eos rodare bonum trechum, sicut ruedat trapajum empujatum a remolino.
Y para terminar, qué menos que
leer la traducción del alcarreño a la carta que Don Quijote escribió en Sierra
Morena a su inexistente amada Dulcinea del Toboso, que figura en el capítulo
veinticinco de la obra al que Calvo así titula: “Dóminus Quijotes escuchat
sicut tontus, scribit sicut locus et poenitet sicut cabra loca”. Esta es la
pieza fundamental del arte amatoria cogida al vuelo:
Soberana
et alta dómina mea: Iste feritus cum punta ausenciae et laceratus in entretelis
cordis, oh dulcíssima Dulcinea del Toboso!, mandat tibi salutem, quam ille non
habet. Si fermosura tua despreciat mihi, si pechus tuus non latet pro me, si
desdenes tui aflojant fibram meam, moriar de certo in ista cuita. Meus bonus
escuderus Sanchus relatavit te, oh pulcra ingrata! quod ego facio et patior pro
tua causa. Si sucurres mihi, tuyus sum, et si non sucurres, fac quod veniat
tibi in gana, quia si vita mea terminatur satisfecta quedavit crudelitas tua et
meum desiderium.
Tuus usque ad mortem, caballerus tristis figuarae.
En cualquier caso, una humorada
que no se resiste a ser leida, releida y admirada. Un homenaje más al Quijote,
que a su vez cumple ahora su centenario propio. Al menos, en Guadalajara
podemos presumir de ser protagonistas en esto del Quijote, al que le faltó muy
poco para ser apodado “de la Alcarria”.
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