Todo sobre las pinturas del palacio del Infantado

Herrera Casado, Antonio: “Arte y Humanismo en Guadalajara”. Aache Ediciones. Guadalajara, 2013. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 87. 96 páginas, ilustraciones a color y en BN. ISBN 978-84-15537-31-1 - Precio: 10 Euros

Este libro presenta todos los elementos para conocer a fondo y disfrutar con la visita de los techos pintados de la planta baja del palacio del Infantado de Guadalajara. Realizados a finales del siglo XVI, por la mano del pintor florentino Rómulo Cincinato, y por encargo del entonces quinto duque don Iñigo López de Mendoza, se convirtieron en uno de los elementos de expresión del humanismo renacentista que animaba aquella corte mendocina que llegó a ser calificada de “la Atenas alcarreña”. 

Durante siglos olvidados, no apreciados, y finalmente destruidos por las bombas en la Guerra Civil en diciembre de 1936, fueron estudiados inicialmente por Antonio Herrera Casado, autor de este libro, quien tras buscar la documentación precisa, analizar sus imágenes y alcanzar unas conclusiones acerca de su significado iconológico, publicó un artículo breve en la Revista Wad-Al-Hayara de 1981 explicando sus descubrimientos. Posteriormente se restauraron, gracias en parte a esas investigaciones, y hoy lucen espléndidos y sirven de motivo de visita y admiración a cuantos llegan al palacio ducal en Guadalajara.

La obra nos presenta un inicial y breve estudio del palacio, de sus autores y de su estructura, así como una revisión histórica esencial sobre el linaje de Mendoza, y especialmente sobre la actitud de apoyo al humanismo y al Renacimiento en las artes y en las letras del quinto duque, don Iñigo López de Mendoza, que en este lugar se rodeó de una corte de humanistas, entre ellos historiadores, filósofos, novelistas, pintores y artesanos que dieron nuevo impulso al palacio y a la ciudad.

Luego se describe la estructura de las salas del piso bajo, que fue ampliado para servir mejor a la administración del territorio ducal, y en uno de cuyos planos aparecen escritos los nombres de las salas, lo cual supuso la identificación de los motivos que las adornaban. Se publican los planos preparatorios de las pinturas de Cincinato, y se estudia también la trayectoria vital y artística de este gran pintor, formado en las cortes renacentistas italianas, discípulo directo de Vasari y de Salviati, y llegado a España por deseo de Felipe II para decorar El Escorial, aunque a Guadalajara llegó por encargo del duque, y aquí estuvo pintando estos techos de 1578 a 1580.

Presenta el libro sus capítulos fundamentales con la descripción de los motivos que ilustran estas bóvedas: las salas de Cronos, de las Batallas y de Atalanta, más las saletas de los Héroes y de los Dioses. Sumadas de las desaparecidas salas de El Día y Escipión el Africano, y con amplia ilustración de todas ellas, además de los croquis necesarios para entenderlas, Herrera Casado nos plantea con toda precisión el contenido de esos techos, que suman en total más de 130 metros cuadrados.

Y a continuación, y siguiendo la norma interpretativa iconográfico-iconológica diseñada por Erwin Panofsky, el autor procede a la interpretación deductiva del significado de cada una de las pinturas, de las salas y del conjunto, llegando a la conclusión de ser la expresión de un sentido aúreo de La Fama por parte de los Mendoza, que se apoyan en sus fastos familiares y en la historia de su linaje para demostrar su valor, su virtud y el intento, según ellos conseguido, de vencer al peor enemigo del hombre, el Tiempo.

Con este libro en la mano, puede visitarse sala por sala, y leer en sus croquis las escenas que ante el espectador van surgiendo en cada una de las salas. El orden es, según aquí se explica, el de El Tiempo, con un viejo Cronos cabalgando un carro tirado de ciervos, pasando luego a la Sala de las Batallas en las que el cuadro central nos muestra la batalla de Arrigorriaga en la que el primero del linaje, don Zuria “el Blanco” vence a las tropas leonesas y se proclama señor de Vizcaya, y se acompaña de multitud de escenas de batallas en las que los Mendoza siempre victoriosos conquistan Al Andalus y van añadiendo virtudes como el honor, la fama, la virtud y la eternidad, pasando luego a ver las dos pequeñas saletas anejas dedicadas a los héroes romanos, con escenas de la historia tomadas de los libros de Valerio Máximo y de los dioses del Olimpo, tomadas de la obra de Bocaccio sobre ellos.

Se visita a continuación la más hermosa y perfecta de todas las salas, la dedicada a la fábula de Atalanta e Hipómenes que narra Ovidio en el libro VIII de las Metamorfosis, según el autor descubrió en los planos originales conservados en la sección Osuna del Archivo Histórico Nacional, y en cuyas escenas se muestran los dioses y sus anécdotas, con un claro sentido simbólico de lucha contra el Tiempo, que aparecía en la sala siguiente, dedicada a la victoria del Día sobre las otras fuerzas, como un elemento persistente en el concepto de supervivencia y perseverancia en la Fama.

Un último capítulo de este libro, que se lee de un tirón y se hace ya imprescindible para conocer de verdad el sentido del palacio del Infantado, de sus constructores y sus habitantes, está dedicado a los jardines, hoy en parte rescatados, aunque no con el sentido y los objetivos que se planearon en el siglo XVI: en ellos estuvo un gran laberinto dedicado al Minotauro, que enlazaba con las leyendas de Teseo y Ariadna y el poder de la inteligencia ante la adversidad, nuevo elemento que completa esta visión del Humanismo mendocino a través del Arte.

Un libro, en definitiva, magistral en su planteamiento, en el rigor de su investigación y en la sencillez y efectividad de sus conclusiones, que va a posibilitar sin duda que los miles de visitantes que cada año llegan a este palacio alcarreño puedan comprender mejor esa parte hasta ahora un tanto ignota de sus pinturas manieristas.