Díaz González, Luis Miguel: “Los eremitas de Henarejos y otros cuentos”. Aache Ediciones. Colección “Letras Mayúsculas” nº 30.
Guadalajara, 2011. 170 páginas. 15 Euros.
Nada más ojear el nuevo libro de Luis Miguel Díaz, quedamos
sorprendidos y entusiasmados al descubrir un libro valiente, nuevo, sugerente… De
entrada podemos decir que es un relato humano y animal, como una película de
dibujos animados en la que los hombres y mujeres corren de un lado para otro, y
los animales hablan y participan en la acción. El coro griego que nos saluda al
principio del libro es un lugar elevado desde el que se ve todo, el mundo
entero, la trama de la novela y el hondo ánimo de los personajes. Allá en lo
alto están Musa, Felipe, y La Luz, que es una especie de dios pagano que todo
lo ve, todo lo sabe, todo nos lo cuenta. Ese coro, tan singular, tiene fuerza y
no deja a nadie indiferente: Musa, una burra, y Felipe, un perro. Junto a una
deidad difícilmente clasificable. Un hallazgo que Luis Miguel Díaz nos da de
premio para empezar a discurrir por las páginas de su libro.
La esencia del mismo son unas estupendas aventuras que
ocurren por las tierras de Guadalajara, y en las que sin duda tienen una gran
fuerza protagonista las riberas
del Henares por Bujalaro, las vertientes del castillo de Jadraque, las
plazas orondas de Guadalajara y los callejones de la episcopal Sigüenza.
De entre todos los personajes que desfilan por sus páginas,
se nos hacen preferidos enseguida los protagonistas del primero de sus tres
grandes relatos: son los Eremitas de Henarejos. Boni y Leonor, una rara especie
de hippies bondadosos y taumatúrgicos que podrían haberse convertido, hace
muchos muchos años, en referencias de peregrinaje. Por otro lado destaca sin
lugar a dudas Quintín Elvigoraco, un personaje de tremenda fuerza y
personalidad, al que le ocurren desgracias y del que puede decirse que tiene la
esencia del gran personaje de novela, pues su aventura discurre en un caminar
por pueblos, ciudades y aventuras diversas, la mayoría de ellas cotidianas y
hogareñas.
El estilo que usa Luis Miguel Díaz en esta tercera obra suya
es muy español, personal pero dentro de una corriente que nace lejos, que se
modula en los siglos, y que no resulta exagerado decir que nace claramente en
Cervantes, al que en muchas frases, en muchas fórmulas y recursos nos recuerda.
El conjunto del libro
Es este libro algo más que una novela, algo más que un
cúmulo de relatos. El autor se empeña, básicamente, en ir más allá de un
género, y así dedica algunas páginas a montar la narración como una
representación teatral, en otras desarrolla la narración del cuento, y en
algunos momentos sueltas unas pizcas de poesía (todas las del libro son suyas).
Esta aventura, sin duda, es difícil, pero el reto está lanzado y los relatos
muy conseguidos. Esos diversos relatos, esos “otros cuentos” que están unidos
entre sí por los personajes y sus consecuencias, parecen el nacer de una gran
aventura de la que este libro es un inicio, con muchas alas y muchas ganas.
Una razón geográfica
Los “Eremitas de Henarejos” viven y se mueven en las tierras
de en torno al Henares, que desde Horna, en la sierra ibérica junto a
Medinaceli, va creciendo y sonando hasta que en Mejorada del Campo entrega sus
aguas al Jarama: ellas son la basamenta de tantas aventuras. Además del
despoblado de Henarejos, en el término municipal de Bujalaro, en Guadalajara, los
otros enclaves en los que Luis Miguel Díaz sitúa a su personajes y les hace
vivir y discurrir son Guadalajara ciudad, Jadraque cercano, como gran villa con
estación de tren, lo mismo que Sigüenza, en la que
se menciona de pasada la catedral y su Doncel lector, y
finalmente la villa de
Mandayona, a orillas de lo que hoy es el río Dulce, en cuyos alrededores, y
en una casona aislada entre los campos, discurre la última aventura.
Esta es una tierra, la de Guadalajara, el Henares, el
río Dulce, la medieval Sigüenza, que sin duda está cuajada de historia y llena
de encantos. Es esta, pues, una ocasión especial para invitar a todos a
visitarla, cosa que hago con mucho gusto. Sobre todo porque tras la lectura del
libro de Luis Miguel Díaz van a quedar unas ganas muy señaladas de salir a
hacer esa ruta imaginaria y real que él propone en su libro.
La Ruta de los
Eremitas
Si algún valor “turístico” ofrece esta novela de DíazGonzález, es la de poder marcarse la “ruta de los eremitas”, y vivir
con su recuerdo la aventura de viajar a pie por donde ellos lo hicieron. Y así
esta ruta va desde la ciudad de Guadalajara, pasando por Taracena, y a su vera
el pico del Aguila, en cuyas faldas, pobladas ahora de pinos, y en el camino
que conduce a Tórtola, los viajeros se abrasan en un primer beso que marca el
resto de la obra. Siguen por Hita, y se asombran ante el castillo de Jadraque,
donde aposentan gracias al panadero de la villa. Y siguen hasta “la Magdalena”,
que entonces era un pueblo ya prácticamente hundido, vacío de gentes, pero con
latido aún.
Desde ese mítico Henarejos de Bujalaro, los viajeros
discurren luego, por Matillas tomando el valle del río Dulce arriba, hasta
Sigüenza, y volviendo es en Mandayona donde ocurre la última y sorprendente
historia.
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