Criado de Val, Manuel: “Historia de Hita y su arcipreste”.
Aache Ediciones. Colección Scripta Academiae nº 7. 1998. 328 páginas, numerosas
ilustraciones. ISBN 84-87743-90-0. PVP
13,20 Euros.
La obra "Historia de Hita y su Arcipreste" escrita por el profesor Manuel Criado de Val, es un libro que va a encantar a muchos. Por
su lectura fácil y amigable. Por sus grabados en color que ofrecen perspectivas
del pueblo y de los personajes que en él vivieron. Por su análisis profundo (el
mejor que existe, sin duda) del Arcipreste de Hita, ese Juan Ruiz huidizo,
gracioso, poeta y rompedor de moldes. En esta nueva edición, el profesor Criado
aporta nuevas investigaciones, y nos da la última, la más moderna visión del
Arcipreste: como músico, como auténtico arcipreste, como poeta que anda los
caminos de Castilla y pone en Valdevacas
"su lugar amado", un espacio que se identifica con un antiguo pueblo
del valle del Ungría, señorío
siempre de los arzobispos toledanos.
La historia cronológica de
Hita (en el fondo, una historia de la Alcarria, porque muchas de las cosas que
pasan por el valle del Henares son reflejo de las que en este cerro ocurren) se
ve sumada de la consideración de los personajes que la hacen. Aquí se lee,
resumida con claridad, para cualquier entendedera, la historia de sus señores
los Mendoza. Aquí se apunta ese manido y cierto "convivir" de las
tres culturas, árabes, judíos y cristianos, más que en ningún otro sitio (o por
no exagerar, como en Toledo) unidas. Aquí surge, en fin, la serie amplia de
referencias viajeras a Hita... Es todo un modelo de "historia local"
que se traspasa a sí misma y adquiere caracteres de historia nacional, de
universalismo incluso. Al menos occidental. Una evidencia más de lo que Hita
está hoy haciendo: fijar su imagen de gran centro histórico, de maravillosa
referencia monumental, típica, medieval, literaria y turística.
Hita, una historia densa y sorprendente
Saber de la Historia de Hita
es saber de la historia de Castilla toda. Porque en ella el río de la historia
tiene orillas firmes, aguas bien trazadas. Punto de referencia en una tierra
parda y lisa, la "Peña Hita"
que vieron hace más de dos mil años los celtíberos que rondaron el fértil valle
del Henares fue enseguida lugar de vida y habitación. Más todavía cuando se dieron
cuenta, los hombres primitivos, que su masa era mansa, y que con facilidad
podían hacerse cuevas amplias, generosas y seguras en el corpachón del cerro.
Así sirvió luego de espacio fortificado para los romanos, de castillo altísimo
y codiciado para los árabes, y de punto crucial de caminos, de poderes y
suficiencias para los castellanos cristianos que desde 1085 la poseyeron.
En Hita se han dado cita todos los paradigmas de nuestra nación
castellana. Es una villa mozárabe (así la califica el profesor Criado de Val) y luego una villa mudéjar. Es un lugar de
residencia de cristianos, espacio donde los Mendoza labraron su poder primero,
y en la larga nómina de sus posesiones, el "señorío de Hita" figuró
siempre en primer lugar. Y es también una villa de densísima presencia judía,
hasta tal punto que su aljama fue la más importante del valle del Henares,
después de la de Guadalajara capital.
En ese lugar, que además
tuvo (hoy es sombra de aquella grandeza, pero en la sombra se rastrean sin
dificultad las miradas seguras de la gloria) monumentos singulares, una muralla
espectacular, el castillo fortísimo en lo alto, iglesias mudéjares, conventos
dominicos, escudos nobiliarios en cantidad inimaginable, y mil cosas de
asombro, el visitante de hoy navega sus cuestas sin dificultad y con
entusiasmo. Porque en los últimos años, además, Hita ha mejorado notablemente
en su urbanismo, hasta el punto de que es posible ascender, aquí y allá, con
coche por sus callejas, cosa hasta hace muy poco impensable. Y la mejora de sus
edificios, de su plaza, de sus accesos, la hacen un lugar que emociona. Desde
el jardinillo que rodea por poniente las ruinas de San Pedro, la vista del
pueblo (y de los inmensos campos que se le rinden debajo) es por demás
agradable. Pocos sitios dan con tanta pureza esa imagen de medievalismo, de
antigüedad respetada, de esencia cierta y agradable.
Y por Hita pasó el marqués de Santillana, y grandes
capitanes que hicieron las Américas; pasó Hernando Colón midiendo y contando, y
Jerónimo Münzer, y los Reyes Católicos. Pasaron asombrados los franceses a los
que luego combatió el Empecinado. Y pasó (días terribles, mejor para ser
olvidados) la Guerra Civil Española, que dejó a Hita totalmente destrozada.
Después de todo, Hita es hoy un lugar apacible y hermoso. Un lugar al que hay
que ir, andarlo, pasar un buen rato mirando sus perspectivas.
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