lunes, 28 de enero de 2013

Palacios y casonas de nuestra tierra castellana


Antonio Herrera Casado: Palacios y Casonas de Castilla-LaMancha. Aache Ediciones, Guadalajara, 2004. Colección “Tierra de Castilla-La Mancha” nº 2. 13,5 x 21 cms. 264 páginas, multitud de fotografías en color, planos y alzados.

Para cuantos gustan de viajar mirando otras cosas distintas al horizonte, a las fiestas o los yantares, están los caminos de Castilla la Mancha llenos de propuestas en forma de edificios grandiosos, que nada tienen que ver con la opulencia dorada de la Iglesia y sus templos.
A lo largo de los siglos, gentes con posibles fueron levantando sus propias mansiones con lujo y certeza, con siluetas fuertes y adornos llamativos. Surgieron así los palacios, que cobijaron desde reyes a magnates, desde grandes comerciantes a ganaderos. La tierra de la región castellano-manchega se encuentra plagada de arquitecturas nobles, no religiosas, y a esa nómina abultada ha acudido un cronista, Herrera Casado, para anotar los mejores edificios y describir y estudiar sus características.
El libro que hoy comentamos está dedicado a estudiar “Palacios y Casonas de Castilla-La Mancha” y presenta una introducción descriptiva y funcional del palacio, de la casa grande. Habla de tipologías y formas, de estructuras y desarrollos, y de su ubicación y simbolismo. Realmente el autor nos muestra en esta introducción todo un tratado abreviado de la arquitectura civil y señorial.
Habla también Herrera de los palacios desaparecidos (sin duda más numerosos de los que hoy existen) y finalmente los ubica según sus constructores y sus propietarios. Tras una bibliografía justa, se abren los capítulos descriptivos, que son cinco, uno por provincia. De cada una de ellas, muestra los ejemplos más solmenes y llamativos, los más visitados, y acaba cada capítulo con referencias de todos cuantos existen.
De Albacete estudia este libro el palacio de los condes de Cirat, en Almansa, la casa de los Galiano y el Alhorí de Almansa, el palacio de los Núñez Flores de Chinchilla, la Casa de las columnas y otros muchos ejemplos de Villarrobledo, los palacetes de Liétor, el palacio de los condes de Villaleal en La Roda, y muchos otros.
De Ciudad Real es la localidad de Almagro la que centra el interés del autor, y del viajero, admirándose ante los ejemplos soberbios de los palacios de Oviedo, Xedler, marqueses de Torremejía, los Rosales, Valdeapraíso, etc. El estudio del palacio del marqués de Santa Cruz en Viso del Marqués es especialmente interesante y completo. Y la visita pormenorizada a  los más de 50 palacios de Villanueva de los Infantes deja al viajero impresionado ante tal profusión de maravillas arquitectónicas.
En la provincia de Cuenca se detiene Herrera especialmente en San Clemente, aunque no olvida los palacios que pueden admirarse en Villamayor de Santiago, Belmonte, Prieho y Huete.
En Guadalajara son los ejemplos máximos de la arquitectura palaciega antigua: el del Infantado en la capital, el de los duques de Medinaceli en Cogolludo, o el ducal de Pastrana, sirven de aperitivo para detenidamente irse a admirar las docenas de “casas grandes” del Señorío de Molina.
Finalmente, en Toledo sobresale entre todos el Alcázar real, sin dejar de admirar el edificio episcopal, Fuensalida, el palacio del marqués de Malpica o la casa de las Cadenas, y dando un repaso completo a las cosas que sobresalen por la provincia, desde el palacio de los duques de Osuna en La Puebla de Montalbán, a la Casa de las Torres en Tembleque.
En definitiva, un libro completísimo, sorprendente, y que hace más por el Turismo en la región que tantos folletos volanderos que se toman y se tiran en un minuto. Este gran libro, nos consta, ha sido usado por viajeros meticulosos que ha querido ver, de uno en uno, esos centenares de palacios y casonas que hacen sorprendente hasta el más mínimo de los pueblos de la región castellano-manchega.

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