Antonio Herrera Casado: Palacios y Casonas de Castilla-LaMancha. Aache Ediciones, Guadalajara, 2004. Colección “Tierra de Castilla-La
Mancha” nº 2. 13,5 x 21 cms. 264 páginas, multitud de fotografías en color,
planos y alzados.
Para cuantos gustan de viajar mirando otras cosas distintas
al horizonte, a las fiestas o los yantares, están los caminos de Castilla la
Mancha llenos de propuestas en forma de edificios grandiosos, que nada tienen
que ver con la opulencia dorada de la Iglesia y sus templos.
A lo largo de los siglos, gentes con posibles fueron
levantando sus propias mansiones con lujo y certeza, con siluetas fuertes y
adornos llamativos. Surgieron así los palacios, que cobijaron desde reyes a
magnates, desde grandes comerciantes a ganaderos. La tierra de la región
castellano-manchega se encuentra plagada de arquitecturas nobles, no
religiosas, y a esa nómina abultada ha acudido un cronista, Herrera Casado,
para anotar los mejores edificios y describir y estudiar sus características.
El libro que hoy comentamos está dedicado a estudiar
“Palacios y Casonas de Castilla-La Mancha” y presenta una introducción
descriptiva y funcional del palacio, de la casa grande. Habla de tipologías y
formas, de estructuras y desarrollos, y de su ubicación y simbolismo. Realmente
el autor nos muestra en esta introducción todo un tratado abreviado de la
arquitectura civil y señorial.
Habla también Herrera de los palacios desaparecidos (sin
duda más numerosos de los que hoy existen) y finalmente los ubica según sus
constructores y sus propietarios. Tras una bibliografía justa, se abren los
capítulos descriptivos, que son cinco, uno por provincia. De cada una de ellas,
muestra los ejemplos más solmenes y llamativos, los más visitados, y acaba cada
capítulo con referencias de todos cuantos existen.
De Albacete estudia este libro el palacio de los condes de
Cirat, en Almansa, la casa de los Galiano y el Alhorí de Almansa, el palacio de
los Núñez Flores de Chinchilla, la Casa de las columnas y otros muchos ejemplos
de Villarrobledo, los palacetes de Liétor, el palacio de los condes de
Villaleal en La Roda, y muchos otros.
De Ciudad Real es la localidad de Almagro la que centra el
interés del autor, y del viajero, admirándose ante los ejemplos soberbios de
los palacios de Oviedo, Xedler, marqueses de Torremejía, los Rosales,
Valdeapraíso, etc. El estudio del palacio del marqués de Santa Cruz en Viso del
Marqués es especialmente interesante y completo. Y la visita pormenorizada a los más de 50 palacios de Villanueva de los
Infantes deja al viajero impresionado ante tal profusión de maravillas
arquitectónicas.
En la provincia de Cuenca se detiene Herrera especialmente
en San Clemente, aunque no olvida los palacios que pueden admirarse en
Villamayor de Santiago, Belmonte, Prieho y Huete.
En Guadalajara son los ejemplos máximos de la arquitectura
palaciega antigua: el del Infantado en la capital, el de los duques de
Medinaceli en Cogolludo, o el ducal de Pastrana, sirven de aperitivo para detenidamente
irse a admirar las docenas de “casas grandes” del Señorío de Molina.
Finalmente, en Toledo sobresale entre todos el Alcázar real,
sin dejar de admirar el edificio episcopal, Fuensalida, el palacio del marqués
de Malpica o la casa de las Cadenas, y dando un repaso completo a las cosas que
sobresalen por la provincia, desde el palacio de los duques de Osuna en La
Puebla de Montalbán, a la Casa de las Torres en Tembleque.
En definitiva, un libro completísimo, sorprendente, y que
hace más por el Turismo en la región que tantos folletos volanderos que se
toman y se tiran en un minuto. Este gran libro, nos consta, ha sido usado por
viajeros meticulosos que ha querido ver, de uno en uno, esos centenares de
palacios y casonas que hacen sorprendente hasta el más mínimo de los pueblos de
la región castellano-manchega.
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