Un libro guía para conocer a fondo este pueblo, que ha sido calificado por muchos entre los más bonitos de España. Paisajes, tradiciones, historias... |
Valverde de los Arroyos, de par en par
Juan Antonio Marco Martínez: “Valverde de los Arroyos, parroquia y parroquianos”. Aache Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 64.
Guadalajara, 2006. 200 páginas y numerosas ilustraciones a color. PVP: 15 €.
Un libro que recoge todo cuanto puede saberse de Valverde, en punto a su
historia, arte, naturaleza, costumbres y curiosidades, y que contiene el
suficiente material informativo como para animar a quien lo lea a subirse a la
Sierra y entre los arroyos que bajan de ella patearse a fondo el término de
Valverde.
Podría decirse que
Valverde de los Arroyos se abre de par en par, tras tener abierto en nuestra
manos este libro que escribió don Juan Antonio Marco Martínez, y que titula
así, “Valverde de los Arroyos, parroquia y parroquianos”. Fue Marco el
sacerdote de Valverde hace 35 años, según él acabó la carrera eclesiástica (ese
fue su primer destino) y según Valverde empezaba a abrirse al mundo, gracias a
unos caminos que empezaban a saber, a cortos trechos, de asfalto y puentes.
Hoy es Valverde un destino
turístico por excelencia, un lugar primorosamente recuperado de la oscura noche
de los silencios, y que está esperando la visita de cuantos quieren ver
espacios nuevos, puros y vertiginosamente hermosos.
Algo de historia
Echando cuentas de sus orígenes, Valverde fue siempre un pequeño lugar
perdido en los oscuros montes que rodean al Ocejón, y que tenía más relación
con Galve de Sorbe, con Ayllón y Segovia, que con las llanuras a las que sus
arroyos primero y luego el Henares forman hacia Castilla la Nueva. Por decir algo
de su Historia, conviene recordar que nace en el momento de la pacificación del
reino de Toledo tras la recoquista de la capital en 1085 por Alfonso VI. Desde este
momento todo el territorio de la Sierra se estructura en tres grandes Comunes
de Villa y Tierra, regidos por los núcleos cabecera de Sepúlveda, Atienza y
Ayllón, centros de amplios alfoces con numerosas aldeas y gobernados por
Fueros. El Común de Villa y Tierra de Atienza se organiza a partir de 1149,
cuando Alfonso VII concede a esta villa un gran territorio, cuyo límite
meridional se encontraba en el río Tajo, y un Fuero para aplicarlo en todo él.
A este Común pertenecieron muchos pueblos serranos, y entre ellos
Valverde.
Además de territorio real, fue
luego, a lo largo de los siglos, del infante don Juan Manuel, de los Orozco, de
los Zúñiga y por fin de los Mendoza, primero en la rama de los condes de
Mélito, y luego en la de los duques de Pastrana, llegando en el XVIII a engrosar
los territorios inmensos de la Casa de Alba.
Algo de arquitectura negra
Valverde merece el viaje, siempre, y más ahora, en que la primavera pretende
apuntar y la carretera es de asfalto hasta la parte alta del pueblo, donde
deben dejarse los coches, en un aparcamento bien acondicionado. El pueblo
entero está formado de grandes edificios de recios muros construidos de
sillarejo de gneis, esa “pizarra dorada” tan propia de la zona oriental del
Ocejón. Desde la lejanía, viniendo desde Palancares, Valverde se ve como
colgando de la montaña, en un precioso y estrecho valle que forma el principal
de los arroyos que dan las Chorreras de Despeñalagua, nutridas del deshielo de
la nieve del Ocejón.
Rodeado de terrazas con pequeños huertos, Valverde fue un importante
centro rural serrano, llegando a tener molino de harina, tres batanes y cuatro
telares de paños ordinarios, y de esa importancia radica el hecho de encontrar
construcciones notables, muchas de ellas de dos plantas, y un urbanismo con
cierta regularidad. La plaza principal, que tiene una fuente bien nutrida y un
juego de bolos, está presidida por la iglesia, simpático edificio con torre
construido con mamposterías de caliza, cuarcita y pizarra y grandes sillares de
pizarra rematando las esquinas. Este edificio religioso se levantó en 1732, con
las trazas que para ello dio Domingo Ylisigasti, habiendo dirigido las obras su
hermano José, siendo ambos maestros de obras montañeses, del valle de Meruelo,
en Cantabria. Mientras que José volvía siempre en invierno a su tierra, Domingo
quedó a vivir en Atienza, trazando y dirigiendo otras iglesias y ermitas del
arciprestazgo.
En Valverde vibra la auténtica “arquitectura negra” de nuestra más
emblemática Sierra, la del Robledal. Hoy muy bien mantenido en urbanismo y
construcciones, rehechas la mayoría a la antigua usanza, con el esfuerzo y el
dispendio que eso supone a sus actuales pobladores, destacan los edificios que
conforman los límites de la plaza, todos ellos construidos con mampostería de
caliza y pizarra y cubiertos de lajas de este último material, distribuidos en
dos plantas, la superior con balcón sobre ménsulas protegido por tejaroz sobre
estructura de madera o galería cubierta por alero y balaustradas de madera.
Todos los huecos se recercan con elementos de madera. El resto del núcleo
urbano de Valverde se articula en una sucesión de plazas y calles delimitadas
por edificios de arquitectura popular cubierta de pizarra. Muy notables son las
viviendas de dos plantas, con balcón de mínimas dimensiones, y las
construcciones auxiliares adosadas a los edificios de vivienda o aisladas, con
huecos mínimos recercados con madera; se han construido en los último años
algunas nuevas edificaciones, en espacios en los que antes nada había: pero
todo se ha hecho conforme a un uniformado patrón purista, acorde con la
tradición.
Todos estos edificios son de una gran simplicidad. Los materiales
fundamentales son la pizarra, las cuarcitas, la madera y el barro. Ello le
confiere esa sensación de robustez, de rotundidad, de bien delimitados
horizontes mínimos. La madera suele ser de roble, de chopo, de pino y de olmo.
La única herramienta que se utiliza para su labrado es el hacha, por lo que las
soluciones constructivas, tanto a nivel de elementos como de ensamblajes, encuentros
y carpinterías, resultan de un gran primitivismo y rusticidad, habiendo
mantenido los constructores modernos, estas técnicas remotas. Para conseguir el
material básico con que se cubren, la pizarra, se sacan bloques o peñas
con un pico y luego, con cuñas, se separan en lajas del grosor adecuado
para la construcción, diferenciándose entre piedras
(que son las utilizadas en la construcción de los muros, pizarras que son las planchas de la
cubierta, y lanchas más amplias y
bastas que se han seguido utilizando como pavimento.
A.H.C.
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